Jueves 24 de Enero de 2019

TESTIMONIO DE UN JOVEN CATOLICO UNIVERSITARIO DE BRAGADO

“Debemos animarnos a salir al encuentro de los que piensan distinto”

Mateo es estudiante universitario oriundo de Bragado y forma parte del grupo universitario católico Cardenal Pironio. Cuenta como siente el desafío de ser cristiano en una universidad pública en pleno siglo XXI.

Mateo Mintegui tiene 20 años y es oriundo de la localidad de Bragado. Actualmente estudia Relaciones de Trabajo en la Universidad de Buenos Aires y es miembro activo del grupo universitario Cardenal Pironio, al que llegó, por providencia divina, hace dos años.

Los primeros años de su vida estuvieron signados por la educación católica que mamó de su hogar y de la escuela a la que concurría. Sin embargo, se mantenía, como miles de estudiantes, ajeno a la vida activa dentro de la Iglesia.

Hasta que le llegó una invitación, tal vez providencial, para participar a mediados de septiembre del 2016 de un encuentro conocido como Cenáculo, un retiro de alto impacto destinado para adolescentes que se realiza en todas las parroquias de la diócesis 9 de Julio. “Fue mi primer contacto fuerte con el catolicismo, elegido por mí y vivido por mí”, aseguró Mateo de la impronta que le legó una experiencia espiritual profunda y que lo llevó, meses después a integrar el grupo universitario Cardenal Pironio.

“Sabía de la existencia de Dios y del catolicismo, pero nunca había practicado la religión antes de ese 2 de enero de 2017”, fecha que recuerda con precisión exacta.

Mateo explicó que el grupo tiene una existencia de más de una década y que trabaja en tres ejes fundamentales: la vida comunitaria, la oración y la misión. “Dentro de la vida comunitaria se incluyen las normas de convivencia y está relacionado con los vínculos entre los misioneros. En cuanto a la oración, rezamos el Laudes completa (oración matutina de alabanza y de agradecimiento a Dios por el comienzo del día) y tenemos catequesis. La oración tiene una importancia medular para nosotros porque nos alimenta para salir al encuentro de los otros en las misiones y poder transmitir a Dios  a través del ejemplo, de la palabra, a través de escuchar a los otros y de pequeños gestos y actos pero siempre teniendo como eje central el amor de Dios:  Jesús sobre todas las cosas”.

Durante enero de ese año y por tercer año consecutivo, el grupo misionó en tres barrios periféricos de la localidad de Lincoln. Su actividad principal consistió en visitar los hogares y salir, como pregona el Papa Francisco, al encuentro del otro. “Ha sido maravilloso cómo Dios estuvo allí y cómo nos permitió entrar en la gente”, opinó Mateo

Este año tuvo la particularidad que por iniciativa del obispo diocesano, Monseñor Ariel Torrado Mosconi, los jóvenes mantuvieron una charla mano a mano. El escenario fue el Instituto Nuestra Señora de Lincoln en donde preguntaron con respeto pero también con total franqueza y curiosidad sobre temas controvertibles como el aborto y la homosexualidad. “No tenemos que tener miedo a charlas con los curas y con la gente consagrada. Hay que sacarse todas las dudas”, aseguró Mateo que está convencido que el diálogo fue muy enriquecedor y esclarecedor para su crecimiento personal y para el de sus pares misioneros.

Sin embargo, el joven estudiante reconoció que “la charla fue muy rica” aunque aseguró “lamentablemente faltó tiempo para despejar muchas otras dudas…Una respuesta siempre nos conducía a muchas otras preguntas… A pesar de eso rescatamos mucho que el obispo haya tomado la iniciativa de tener un encuentro con nosotros”.

Todos los días Mateo es puesto a prueba, por Dios y por sus convicciones. Como muchos, es el típico joven que sintió el avasallante impacto de trasladarse de una pequeña localidad del interior de la provincia a una gran urbe. Impacto que se traduce en la apertura a nuevas ideas y que hacen por momentos que los mismos cimientos de sus convicciones y de su fe temblequeen ante las ideologías que parecen imponerse, muchas veces, como de vanguardia.   Y no es para menos, justamente estudia en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, un lugar en donde “todo el tiempo los cuestionamientos de los otros son permanentes. Y también a veces los de uno mismo. Ves y escuchás las dos caras de la moneda.  Pero el amor de Dios y mi ideal de cristiano es mucho más grande. Y yo no negocio con ello”, asegura contundente.

Pero cómo es ser católico en el siglo XXI nada más ni nada menos que en una universidad pública. Mateo no siente que lo excluyan por ser distinto pero siente que debe “ nadar a contracorriente todo el tiempo “. “No tenemos que tener miedo a los otros, debemos animarnos a salir al encuentro por más que piensen distinto. Debemos ser tolerantes, abiertos, humildes y respetuosos. Esto es lo mejor que podemos aportar como católicos”.
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