Lunes 13 de Noviembre de 2017
Numerosa cantidad de fieles acompañó la 39ª Peregrinación al Monasterio Benedictino de Los Toldos
La partida se realizó desde el Santuario de Fátima, bajo el lema “María, enséñanos a construir la paz” - En momentos de la partida el padre Guillermo Gómez, subrayó que “quienes vamos al Monasterio llevamos en nuestro corazón las intenciones y las peticiones y acciones de gracia de toda la gente y de toda la comunidad”.
La 39º Peregrinación al Monasterio Benedictino de Los Toldos se realizó el pasado sábado 11, desde las 21:30 y con partida desde el Santuario de Fátima, donde una numerosa cantidad de fieles acompañó la tradicional instancia.
Bajo el lema “María, enséñanos a construir la paz”, esta edición tuvo un nuevo recorrido. Comenzó desde el flamante santuario de Fátima, donde se realizó la concentración y desde allí se peregrinó por la calle Cardenal Pironio hasta Joaquín V. González.
De allí se pasó por el frente de la Capilla de San Cayetano y se retomó el recorrido tradicional por la avenida Mitre hacia la Ermita de la Virgen en la rotonda de la Ruta 65.
Aproximadamente las 7 hs. la columna arribó al Monasterio de Los Toldos, donde el Obispo Diocesano Ariel Torrado Mosconi celebró la misa.
CONCEPTOS
“Esta es una peregrinación muy particular, ya que se parte por primera vez del Santuario de Fátima, con la presencia de delegaciones de otras comunidades, con quienes compartimos su emoción al conocer el mismo”, señaló en momentos de la partida el padre Guillermo Gómez.
“Quienes vamos al Monasterio llevamos en nuestro corazón las intenciones y las peticiones y acciones de gracia de toda la gente y de toda la comunidad”, agregó.
Por su parte, en el momento de oficiar la Santa Misa, el Obispo Diocesano, Ariel Torrado Mosconi, expresó que “en la homilía llamé a los jóvenes peregrinos a buscar la verdadera sabiduría, esto es, el sabor de la vida, en el servicio, la entrega y el amor. Ser peregrinos nos hace presente que cada uno de nosotros estamos en búsqueda de una meta.
Para los creyentes ese destino de nuestro camino son los brazos de Dios en el cielo, hacia allí caminamos.
Pero no podremos ser merecedores de esa alegría del cielo si no somos capaces de vivir en el amor, en la entrega, en el servicio.
A eso se refiere el Señor con el aceite necesario para mantener las lámparas encendidas que nos hace merecedores de entrar a la fiesta eterna del amor. Digamos a Jesús que ya no queremos vivir distraídos y divertidos, ni anestesiados por el placer y el egoísmo, sino atentos a los demás, especialmente a los que sufren y necesitados, y con las lámparas encendidas del amor”.
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