Miércoles 25 de Septiembre de 2013
Más sobre el 1º Festival Audiovisual de 9 de Julio.
¿A quién no le invade de vez en cuando el tedio pueblerino en esos domingos grises o con pocas cosas para hacer?
Ayer nos tomó por asalto la alegría. A todos. Chicos y jóvenes. Amigos y compañeros. Vecinos de Nueve de Julio.
En el Salón Blanco Municipal se proyectaron los cortometrajes que la gente preparó para el Sesquicentenario de nuestra ciudad.
Risas, ovaciones, revelaciones. Un público festivo y una pantalla que proyectaba incesante las caras de nuestros amigos convertidos en actores cinematográficos.
Los lugares conocidos por todos se sucedían en las imágenes: el parque, la plaza Belgrano, la plaza Italia, y un poco frecuentado museo que junto a Roberto Castro nos mostraron parte de la historia, de nuestro relato colectivo.
Néstor Montalbano desde el jurado entusiasmó e incitó a seguir fomentando estos festivales que convocan y permiten reunir a mucha gente, a la vez que mostrar la idiosincracia de un pueblo. Idiosincracia que mostró la risa y el grotesco y las historias chiquitas que viven en el acervo popular.
En los cortos se vio el cuidado y prolijo centro con sus canteros y sus árboles. E incluso el clásico negocio de Murillo que todos algún día frecuentamos jugando a sortear obstáculos en un laberinto de cajas de zapatillas.
A mí me emocionó el corto de la Juventud Cruzavías. Me emocionó porque se le daba lugar a otros lugares. Porque aparecían los adolescentes que habían laburado con ganas para lograr esas imágenes.
La estación de trenes naranja se veía en otros cortos, pero solo en el corto Cruzavías se ve que nuestra ciudad no termina detrás del andén y que hay muchas calles, y barrios y kioscos, y panaderías y gente que también tiene ganas de contar su historia.
La juventud Cruzavías nos mostró que todo no sucede en el perímetro de diez cuadras a la redonda y que en algunas calles sin asfaltar viven las mismas historias de amor que en todos lados.
Me emocionó ver a María, nuestra María con su collar de perlas, caminando lenta y atravesando la ciudad, mostrando en ese itinerario lugares que para mí son frecuentados a menudo y que para otros resultan desconocidos.
También me conmovió ver a la misma María, primera en la fila del público, orgullosa desde su silencio y sintiendo vaya a saber qué extrañeza de verse tan grande en la pantalla. Toda una estrella.
Me gustó el ojo en la cámara de Francisco Mato, apto para seguir esos itinerarios y mostarnos rinconcitos que a veces no miramos.
El ojo en el plano detalle de una zapatilla o de una mano con toda su fuerza expresiva.
La música que acompañaba, la cámara aérea que iba acercándose de a poco a la ciudad y nos acercaba al barrio de nuestra historia.
Vamos Juventud Cruzavía…Hay tantas historias por contar…Hay tantos silencios por despertar y tantas ganas de hacer entre amigos ese otro mundo posible que soñamos.
Mariana Martínez