Miércoles 25 de May de 2022
Actos OFICIALES - por el 212º aniversario de la Revolución de Mayo
Tedeum en Catedral: “Artesanos de la paz”
El tradicional tedeum, estuvo a cargo del Párroco de la Iglesia Catedral Guillermo Gómez, quién representó a Monseñor Ariel Torrado Mosconi que se encuentra ausente en la diócesis.
Cada hecho gravitante acontecido en cualquier rincón del mundo tiene hoy día resonancia global. La pandemia y la guerra en Ucrania llegan y repercuten en nuestro país alcanzando a nuestras ciudades y localidades del interior. Ni estamos a salvo ni podemos ser indiferentes.
Haber visto con los propios ojos los horrores de la guerra, me ha hecho pensar también cómo y de qué manera, en el otro extremo del mundo, nuestra oración, nuestro quehacer y toda nuestra vida puede ser antídoto y contrapeso a tanta barbarie.
El mundo parece encaminarse hacia una etapa de pos-pandemia. Junto a los efectos nocivos a nivel psíquico, en los vínculos afectivos y familiares, en los niveles sociales, políticos y económicos, así como en todos los aspectos de la cultura y el estilo de vida, la crisis provocada por esta “peste global”, dejó al descubierto, también, cuán inconducente es un estilo de vida vertiginoso, consumista y hedonista. Nos paralizó el pánico a la muerte acechándonos tan cerca, las ensoñaciones y veleidades narcisistas se desvanecieron al instante y apareció la tentación del “sálvese quien pueda”.
¿Hemos aprendido alguna lección luego de este “shock” global? Al genuino reinicio -“reset”- debe, tiene y puede darse en y desde el nivel más interior de la persona y en la toma de conciencia más honda de la sociedad toda. La apertura a la trascendencia y el componente espiritual son necesarios e imprescindibles para un renovado comienzo, recomposición y reconstrucción de las personas y de las comunidades. Una visión nueva de la existencia, edificada desde el espíritu, motiva un estilo de vida sano, integrado, equilibrado y proactivo.
Sin embargo, la guerra ha irrumpido nuevamente en el escenario mundial, poniéndonos otra vez al borde de un conflicto de proporciones y consecuencias tan incontrolables como letales.
¿Seguiremos pensando que, al fin y al cabo, siempre hubo guerras y por eso el mundo avanza a fuerza de ellas? Sería la rendición al cinismo y el triunfo de la brutalidad. La violencia, agresividad y los abusos de poder, en todas sus formas, que se dan en nuestras sociedades, son el caldo de cultivo y la preparación de todo conflicto y guerra. Es en el plano más primario de la familia y el pueblo donde se van generando, aprendiendo y cultivan los vínculos y relaciones sanas y pacíficas. La paz comienza en casa.
En nuestra patria la grieta sigue abierta debilitando el diálogo entre sectores, provocando enfrentamientos, poniendo en riesgo la convivencia social y generando exclusión y pobreza. Estamos viendo como “se abren grietas en la grieta” con dialécticas confrontativas y perversas, lo cual no conducirá más que a la fragmentación y la atomización de la sociedad. Nuestra crisis es ciertamente social y cultural, política y económica, aunque no podemos negar sus raíces morales y la insoslayable responsabilidad ética.
¿Vamos a resignarnos a seguir decayendo en todos los ámbitos? Una decidida voluntad de cambio, que incluya un “mea culpa” de cada sector, resignación de intereses y privilegios, acciones de reparación y recuperación junto a acuerdos en acciones direccionadas al bien común y una gran cuota de magnanimidad, son imprescindibles para recomponer y reactivar nuestra patria. Así, cobra sentido la insistencia del Papa Francisco por privilegiar la atención de los pobres, descartados y marginados: son ellos quienes terminan “pagando las cuentas” de la irresponsabilidad, las turbias maquinaciones y la indiferencia.
Es en el nivel y ámbito de nuestras ciudades y pueblos del interior donde bien puede fraguarse un futuro mejor y reavivar la esperanza. Cada “pago chico” es casa, escuela y laboratorio para renovar la sociedad. En el esfuerzo ilusionado, la lucha perseverante, y el trabajo inquebrantable por una convivencia en paz, vamos edificando un mundo nuevo. En este sentido, cada uno de nosotros está llamado a ser un auténtico artesano de paz. Implorémosla como don de Dios, comprometiéndonos a lograrla con nuestro esfuerzo de cada día. Así sea.
Ariel Torrado Mosconi Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio
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