Jueves 10 de Septiembre de 2020
Misa de la Peregrinación Diocesana Virtual a la Basílica de Luján
Mensaje del Obispo Diocesano, Mons. Ariel Torrado Mosconi
La peregrinación diocesana anual a Luján -aún en modo virtual- nos hace sentir familia, comunidad, Iglesia y, poniéndonos en manos de María, se renueva la esperanza en estos tiempos difíciles. Fue el mensaje del obispo monseñor Ariel Torrado Mosconi, al comenzar la Misa de la peregrinación diocesana a la Basílica de Luján, desde el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Fátima, este domingo 6 de septiembre, y de la cual participaron las parroquias y comunidades de la diócesis por medio de la transmisión en vivo de las redes y medios de comunicación.
Desde sus comienzos mismos, la diócesis de santo Domingo en Nueve de Julio peregrina cada primer domingo de septiembre -siguiendo la tradición impulsada por monseñor
Anunciado Serafini- a la basílica de Nuestra Señora de Luján. Ante las dificultades provocadas por la pandemia de coronavirus, este año se llevó a cabo en modo virtual, el domingo 6 de septiembre, transmitiéndose en vivo a través de las redes sociales y medios de comunicación.
Se fue preparando, entusiasta y devotamente, desde cada parroquia, institución, movimientos y grupos eclesiales. Según la costumbre, tanto por cartas como virtualmente en las redes de la diócesis, se fueron recogiendo las intenciones de los fieles que el Obispo presentó el domingo por la mañana en la misa celebrada y trasmitida desde el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Fátima en Nueve de Julio. Las medidas sanitarias desaconsejaron desplazarse hasta el mismo Santuario de Luján, dónde también iban a recibir la admisión a las sagradas órdenes y ministerios algunos seminaristas de teología de nuestra diócesis.
En la homilía, monseñor Ariel Torrado Mosconi, comentó las lecturas bíblicas de la misa del domingo que trataban de la corrección fraterna en el seno de la comunidad cristiana, afirmando que ayudar a los demás a corregir su equivocación y tratar de sacarlos de su error, es un forma grande y excelente de amar: “Amar implica muchas veces, también, corregir”, afirmó, Y prosiguió «la corrección en el momento de recibirla duele, pero luego, se descubre su importancia y ayuda. Así como cuando un maestro corrige a sus alumnos, o los padres a sus hijos puede ser que cueste aceptarlo, sin embargo, pasado el tiempo se valora lo que esto significó para la propia educación y no se duda que quienes lo han hecho han estado motivados por el amor».
Posteriormente presentó que «muchas veces no se corrige por indiferencia, comodidad o falta de amor; y lamentablemente se suele hablar por atrás de la persona, criticar y difamar. Ciertamente que la corrección fraterna debe ser hecha con mucha humildad y prudencia “La corrección requiere y nos llama a ser humildes, tanto para recibirla como para hacerla a los demás”
Luego el obispo exhortó a vivir esta situación que nos toca a raíz de la pandemia como una corrección que nos permita crecer. En efecto, si bien Dios no quiere el mal ni directa ni indirectamente, al permitir esta situación, sacará de ella un bien mayor. Por eso afirmó «de esta pandemia debemos salir mejores personas y mejores cristianos».Y prosiguió destacando que debemos ser más humildes “nos creíamos omnipotentes y llegó este virus que nos hizo caer en la cuenta de nuestra pequeñez y debilidad. Esta pandemia nos ubicó y nos hizo tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad”. Y continuó «también nos ha hecho reconocer nuestra interdependencia con la humanidad toda, todos somos hermanos y debemos cuidarnos mutuamente».
Luego afirmó que esta corrección que Dios ha permitido debe extenderse también a cambiar nuestra relación con la creación toda, con la naturaleza, el medio ambiente, la ´casa común´ como nos está llamando y urgiendo últimamente el Papa Francisco.
“Un mundo, que consume y destruye irresponsablemente los recursos naturales, se transforma en un mundo enfermo, en el cual no podemos pretender nosotros quedar sanos”. Por último, esta corrección nos llama a ser más austeros. Y dijo «el materialismo nos ha absorbido y nos ha tenido aturdidos sin poder descubrir el valor del silencio, de lo espiritual, de la vida familiar, de la amistad y tantos otros valores que esperamos recuperar».
Finalmente, exhortó a “dirigir nuestra mirada, recurrir a la intercesión y ponernos en las manos de la santísima Virgen María, quién como Madre nuestra que es, también nos corrige y nos cuida” para terminar invocando el abrazo maternal de María sobre los enfermos y el pueblo todo que la tiene como Madre: “¡Madre, salud de tu pueblo, abrázanos!”Hacia el final de la celebración eucarística, volvió a exhortar a tener una actitud esperanzada basada en la oración confiada, saludo a todas las personas y comunidades que participaron, subrayando que esta es la forma en que podemos seguir estando comunicados y caminar en comunión, según el objetivo que nos hemos propuesto diocesanamente.
Al mismo tiempo, dijo estar deseoso de volver a recorrer las parroquias para encontrarse personalmente con los fieles. En las palabras de la bendición final pidió la ayuda divina sobre los enfermos y afectados, los agentes de saludo y cuantos trabajan para ayudar en esta situación, así como sobre las autoridades y todos cuantos luchan contra la pandemia, en la esperanza de volver a retomar una vida normal y reunirnos en la acción de gracias.
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