Lunes 22 de Julio de 2013
Publicación pedida por Ana María Vivani.
Hablar de Cayetano Valinote es hablar del pueblo de La Niña. Imagen de compromiso y solidaridad. Del hombre profundamente respetado y apreciado.
Despedir a Cayetano Valinote es ya una empresa mucho más arriesgada.
Por eso hablaré de él, a quien asociamos con muchos años de trabajo en La Niña pero que no nació allí sino en la vecina localidad de Carlos Casares .
Llegó joven al pueblo y, en él, formó una familia con su esposa Elsa Arruiz y su único hijo César. Todos sabemos que fue ejemplo de esposo y padre.
Trabajó en diferentes lugares (hasta fue funcionario público en la Delegación Municipal) pero "su" lugar fue la Cooperativa Eléctrica de La Niña. Allí puso cimientos, alma, orden, coherencia, consideración, equilibrio. Desde allí hizo docencia, preparando a quienes habrían de reemplazarlo. Desde allí trazó un camino que fuera ejemplo para los niñenses: la ruta de la solidaridad; no es simple practicar esta virtud en un mundo competitivo e individualista.
El supo cómo lidiar con las miserias humanas y siempre tuvo un tiempo para asistir al prójimo, para ponerse a su servicio.
Hemos compartido una vida con él y, no sé por qué, el recuerdo que más me conmueve es el de los últimos encuentros que tuvimos en mi casa: sus lágrimas, las vivencias de ambos entrelazándose, sus comentarios acerca de la historia de su vida (antes de La Niña), su agradecimiento por el regalo de un libro, su conciencia del deterioro que le trajo la vejez. Pero todo, absolutamente todo eso, dicho y vivido con una tremenda dignidad. Y esa dignidad es la que inspiró el respeto con que todos lo hemos tratado.
Una persona puede ser más o menos querida, amada por muchos o por algunos pero, si es respetada por todos, eso es un bien que no puede tasarse con ninguna moneda material; sólo con eso, RESPETO.
La prudencia fue otra de las virtudes que lo definieron: Nnnca una palabra fuera de lugar, jamás una actitud inadecuada.
Decir que no es frecuente hallar personas como él no es exageración, es hacer justicia; es reconocer a quien conocimos en el quehacer cotidiano.
Despedirlo es mentir un poco porque las personas como él nunca se van del todo, siempre queda algo de ellos en la gente, las instituciones, las charlas, la historia del lugar.
Por eso, como hombre de Fe que fuiste, te digo "Chau Cayetano, hasta alguna vez" Y… ¡¡GRACIAS!!... En nombre de todos.
Ana María Vivani