Miércoles 30 de Octubre de 2013
Por Julio Fernández Cortés.
A Sergio Karakachoff Te dejo esta fecha, a ti que no estás. Porque luchaste para hacerla posible. Porque a la orilla del oscuro suelo en la profunda y desolada tierra cavaste el pozo donde germinó el angel de luz que multiplicó designios que sacudió dormidas manos y hoy vive. Vive para nosotros, -no para ti- Vive sobre tu muerte. Por tu muerte.
Lola Guzmán Reyes
Cuando el 28 de junio de 1966 derrocaron a Arturo Illia, un grupo de jóvenes nos decidimos a militar en el radicalismo porque nos pareció incomprensible cómo un partido político dejaba caer a un gobierno como ése. Pensábamos que un partido político debía ser la polea transmisora entre un gobierno que había hecho bien las cosas y el pueblo que, con esa identificación, no hubiera permitido el golpe de Estado. Esa generación luchó por la vida y por la paz. No se creyó el cuento de las Malvinas y enfrentó a la derecha cipaya del peronismo con López Rega, la Triple A, la CNU, la patota sindical, los “autoiluminados montoneros” y tantas otras “orgas” de derecha y de izquierda que se mataban entre sí con la enorme mayoría de los argentinos en el medio.
Esa generación permitió, a través de la Juventud Radical y de la Franja Morada en la Universidad que miles de jóvenes no cayeran en la locura demencial de la violencia y se comprometieran en la militancia por la recuperación de la democracia. Enfrentó en la calle y en las aulas a los partisanos montoneros que pretendían representar a las mayorías nacionales desde un púlpito violento sin ideología, desde donde enviaron a la muerte insensata a miles de jóvenes.
Esa generación enfrentó a la dictadura demente que sobrevino con el terrorismo de Estado, con las armas que nos permitía nuestra dignidad y nuestro compromiso con la democracia. Militamos a favor de la recuperación democrática junto a dirigentes como Raúl Alfonsín, Conrado Storani, Hipólito Solari Yrigoyen, Sergio Karakachoff, Mario Abel Amaya, Agustín Tosco, Aldo Tessio, Carlos Becerra y tantos otros que nunca jamás bajaron las banderas de una Argentina más justa.
El 30 de octubre de 1983 fue la culminación de largos años de militancia sin claudicaciones. Ganamos. Raúl Alfonsín asumió la presidencia de la Nación y nunca más hubo un golpe de Estado en la Argentina
Esta suerte hechada / transitada / temida. Este andar con pausa / y destino fijo / que tatuó mis noches / y nombró con tres nombres / mi coraza bienamada, / no importa / a la historia abismal de la patria y sus escombros. Es historia nueva / y germinal que define / la juventud / de 1983 /su fuerza, su bronca, su destino.
Lola Guzmán Reyes
Pienso en los días vividos. En los de alegrías y también en los más tristes. En días de tragedia, cuando el mesianismo nos había arrancado la referencia y nos ponía ante una terrible disyuntiva: seguir o cuidarnos, olvidando lo que Sergio Karakachoff nos decía: el compromiso es para toda la vida. Ese día estuvo con nosotros.
También Conrado Storani. Tomamos sus presencias como una ratificación de su compromiso político. Hoy, a la distancia, se siente como si hubieran llegado para decirnos: sigan, que no estarán solos... Y no estuvimos solos. Nos acompañó toda la vida. Tuvimos una muy especial relación. Siempre le dijimos lo que pensábamos. Siempre nos dijo lo que pensaba. No siempre coincidíamos. Siempre nos respetó. Y siempre lo respetamos.
Enfrentábamos el malevaje asesino de los militares, pero también a los ultras. Siempre decía: mientras haya una sola posibilidad no violenta para recuperar a la democracia, ése debe ser el camino. Nos tentamos más de una vez. Era tanta la barbarie... Después ganamos y vivimos una experiencia intransferible. Ser parte de un gobierno que iba a transformar la realidad. Los números dicen que no se logró. La historia dirá que Raúl Alfonsín sentó las bases de una democracia para todos los tiempos. Y todos llevamos para siempre, con un profundo orgullo, ese especial sentimiento por haber participado y sentirse protagonistas... Nunca nadie hizo más en defensa de los derechos humanos. No hay antecedentes. Y lo hizo cuando los que descolgaron cuadros se negaban a integrar la CONADEP... Y son tan infames que no lo recuerdan ni lo nombran el 24 de marzo... El orgullo de haberlo acompañado no se puede transferir.
Fue un símbolo de lo que significa el compromiso. A lo largo del tiempo se va aprendiendo lo que eso significa: un total desprendimiento, a veces hasta egoísta. Los políticos somos, a veces, justamente criticados. Pero a la política la atacan porque constituye la actividad más sana y trascendente que puede realizar el ser humano. Los que la atacan saben que sólo con ella es posible la transformación. Y la critican porque son los que quieren que todo siga igual.
Hoy, cuando parece que la corrupción y la mentira han llegado para quedarse su recuerdo tiene la coherencia de siempre: más libertad, más democracia, más justicia social. Él hizo volver a muchos. Cuando ganó, se dieron cuenta que sus exilios habían terminado. Sabían que si hubieran ganado los otros, los peronistas, no hubiera habido juntas militares juzgadas. Nos costó entenderlo cuando pactó. ¿Por qué lo hizo? Con una paciencia infinita, Alfonsín lo explicó una y otra vez, y encima lo dejó por escrito en un libro imprescindible para los jóvenes, que se llama “Memoria política”. Alfonsín también transgredió.
Transgredió mucho más de lo que muchos imaginan, en un momento en donde nadie transgredía nada. La derecha lo odiaba. La Sociedad Rural le dio vuelta la cara en Palermo. La Iglesia Católica le hizo la vida imposible con la ley de divorcio. Se jugó siempre. Tuvo claro que lo único que no era negociable era la democracia y la separación de poderes. Pidió diálogo en todo momento, y a menudo no lo consiguió. Raúl Alfonsín fue un imprescindible.
Tenía la talla de un estadista. A 72 horas de haber asumido la Presidencia de la Nación, con las Fuerzas Armadas intactas, firmó el decreto de enjuiciamiento a las juntas militares y a las cúpulas guerrilleras.
El NUNCA MAS fue un ejemplo para el mundo, un caso sin precedentes. No descolgó cuadros del Colegio Militar, no vociferó contra gente impotente, no cazó leones en el zoológico. Por eso, así lo trataron los carapintadas. Éste es el Alfonsín que todos recordamos. El que siempre recordaremos. Un hombre que refundó la esperanza. El hombre que fundó la democracia argentina.
El hombre al que no quisieron escuchar los actuales gobernantes, cada vez que les pidió que se bajaran de la soberbia y que aprendieran a dialogar. Ojalá que alguna vez aprendan la lección.
Y aprendan que un ESTADISTA es un hombre que dijo, hizo y dejó lo que dijo, hizo y dejó Raúl Alfonsín.
Un nombre que sabe a libertad.
10 de diciembre de 1983 No olvides este día, y las manos levantadas formando un mar de manos en la plaza, frente al Cabildo, bajo un sol abrazador, y los gritos , y los cantos y la alegría de ser gobierno radical. No lo olvides. El pueblo unido….. Y la voz de Alfonsín vibrante, llenaba el espacio. Lola Guzmán Reyes