Miércoles 30 de Diciembre de 2015
En la madrugada del pasado 25 de diciembre tuve la curiosidad de ver dónde se realizaba una de las tantas fiestas clandestinas, que proliferaron en los últimos tiempos de una manera anormal. “La clandestina” se hizo llamar en esta oportunidad la genial idea que tuvieron los organizadores. Esta no fue la única fiesta que se realizó. Hubo otras que se hicieron en otras quintas, pero con menos exposición y caudal de gente.
El espectáculo que observé de “La clandestina” fue increíble: la fiesta estaba montada en una quinta ubicada en plena Ruta Provincial 65, a unos 2.000 mts de la rotonda, en dirección a la localidad de Junín. El espectáculo desnudaba su combo de mortal a medida que uno se acercaba. Por Av. Mitre, el incesante tránsito de vehículos que se trasladaba a gran velocidad y sin respetar ninguna reglamentación de tránsito era el primer acto.
Una cantidad alarmante de vehículos (¿600? ¿700?) Yacían estacionados sobre la banquina. Chicos de todas las edades cruzaban la ruta a pie con botellas en sus manos (algunos ingeniosos, con más avidez de tomar, llevaban heladeras para no quedarse sin bebidas). El espectáculo era patético y trágico, custodiado a su vez por dos móviles policiales.
Resulta imaginable lo que habrá sido la vuelta de ese lugar, a eso de las seis o siete de la mañana. Una vez más hay que decir “por suerte no paso nada”. Cada uno atribuirá según su creencia a qué se debió. De lo que sí se puede estar seguro es que no fue por previsibilidad y controles efectuados por las autoridades correspondientes.
Me pregunto ¿Sabrán todos los involucrados en estas fiestas los costos que tendrán si sucede algún accidente?
Todos tenemos responsabilidades y no las voy a analizar desde un punto de vista moralista, sino desde la simple óptica mercantilista costo-beneficio.
Los padres debemos concientizar a nuestros hijos de que el costo de divertirse no debe ser ningún hueso roto.
¿Las autoridades municipales están dispuestas a pagar el costo de no hacer nada cuando se están rompiendo todo tipo de normas, decretos municipales y leyes provinciales y nacionales? Nombro sólo algunas: control de alcoholemia en conductores, habilitación para eventos públicos, habilitación para la venta de bebidas alcohólicas, pago de tasas municipales, impuesto a los ingresos brutos, iva.
¿Los propietarios de las quintas podrán pagar con lo que perciben por alquiler cualquier contingencia que ocurra?
Los organizadores de estos eventos ¿Están dispuestos a sepultar su potencial empresarial, el cual que han demostrado tener?
He visto y vivido con tristeza el deterioro que sufrió –y sufre- a través de los años la actividad que para mí fue más que un medio de vida, fue un gusto, una pasión: el boliche bailable. Nunca creí que se pudiera llegar a estos límites. El nivel de peligrosidad que se ha alcanzado en la noche nuevejuliense por estas fiestas en quintas es, por lo menos, inaceptable. No debemos caer en la resignación. Si no se actúa de inmediato en esta cuestión, algún día se lamentará. Mientras tanto, “por suerte no pasó nada”.
Miguel Oscar Ibáñez
DNI 12.134.882