Sábado 11 de Julio de 2015
Publicación pedida por Leonardo Raúl Hayes.
Los árboles purifican el aire y contribuyen a mejorar la calidad de vida de la gente. La contemplación de la belleza de las plantas y flores, alegra el corazón y refuerza así el sistema inmunológico humano. Recuerdo que conversando con un amigo coreano, me decía que él prefería la argentina a su país por la calidad del aire. Allí el desarrollo industrial es tal que tienen que usar barbijos u otras medidas especiales en muchas ciudades.
Estas reflexiones me surgen porque hoy vi que estaban cortando una palmera gran de y bella en una vereda céntrica de la calle Rioja. Tiempo atrás pasó lo mismo con unos jacarandás también muy céntricos, y hay negocios que hasta han construido vereda en el lugar que debe ir el espacio del árbol. Esto lo hacen para que sean mejor sus vidrieras, o para poner cartelones de acrílico que en sitios como Buenos Aires están prohibidos por contaminación visual.
Y lo peor es que cuentan con la complicidad de la municipalidad que justifica o hace la vista gorda ante estas transgresiones a los reglamentos, que dicen claramente que los árboles de la calle son propiedad del municipio, esto es de todos, y no de los frentistas.
En la mayoría de las grandes ciudades se respeta la arboleda y es una falta gravísima atentar contra ella. Así por ejemplo es un deleite caminar por muchas diagonales de La Plata, alfombradas de celeste por los jacarandas (florecen dos veces por año).
Pero acá somos ignorantes, preferimos las cuestiones de interés comercial o cuestiones técnicas y prácticas (como la posible rotura de caños) antes que el amor por la naturaleza. Ante un problema técnico lo primero, lo más fácil que se nos ocurre es sacar el árbol, cuanto que siempre hay otra solución como lo demuestran las ciudades que entienden esta problemática.
Me despido con un poema que escribí hace un tiempo en defensa de los árboles:
EL ÁRBOL
El árbol tiende sus hojas
sobre cabezas paseantes.
Sale el gerente, lo mira
y piensa: “que feo es el viejo árbol,
cuanto mejor sería un hierro
que eleve mi nombre y mi firma”.
El árbol ha pasado inviernos
cambiando el humo por aire.
El hombre piensa en sus pesos
el árbol piensa en servirnos;
ha sido en muchos veranos
sombra y regalo y descanso.
El hombre sueña en acrílico
el árbol vive donando
al mundo que le rodea
la emanación de su aliento.
Llega la sierra plateada
pegada a un motor ruidoso;
llora el árbol con voz muda
porque no puede entenderlo;
un ser que solo existía
para dar su vida al mundo.
Leonardo Raúl Hayes
DNI 5061952