Viernes 19 de Junio de 2015

9 de Julio en los `40…

Publicación pedida por Francisco Pastor.

En aquel tiempo no había semáforos. En algunas esquinas céntricas había una garita desde donde un cana vestido con unas mangas blancas en el antebrazo, daba indicaciones y con la ayuda de un silbato dirigía el tránsito.

En la mayoría de las casas había una huerta con toda clase de verduras que ayudaban a la economía hogareña, a pesar de ello, los vendedores ambulantes pasaban por la mañana con carros tirados por caballos ofreciendo todo tipo de provisiones: el lechero, el panadero, el sodero, el verdulero, el escobero, a quienes nuestras madres esperaban para hacer las compras y preparar la manutención del día.     

La música y las noticias se propagaban por medio de una red de altavoces distribuidos por la ciudad.

En su gran mayoría los hombres usaban bigote y sombrero. Franco repartía diarios en un triciclo verde, llevando a domicilio La Prensa y La Nación,  los domingos con el fotograbado.

La mayoría de las cosas se vendían por precio y no por peso: 5 centavos de azúcar, 10 de fideos, el aceite venía suelto, la yerba en unas bolsitas cilíndricas de arpillera cuyas extremidades las cubrían unos círculos de madera, que nosotros transformábamos en ruedas de los carritos que construíamos para nuestro entretenimiento.

Cuando nos tocaba hacer los mandados pedíamos la “yapa” que el bolichero ya tenía preparada. Los domingos a la tarde íbamos al cine para ver el episodio, esperábamos con ansiedad toda una semana, para saber cómo se salvaba “el muchachito”.

¡Cuántas películas de aventuras! Tom Mix, El Jinete Escarlata, Flash Gordon. En verano Buffoni pasaba a las dos de la tarde en su carrito tirado por un caballo, vendiendo helados, de tres gustos: limón, crema y chocolate. A nosotros se nos hacía agua la boca y cuando lo veíamos venir salíamos corriendo para que la vieja nos diera unas monedas.

Muy poca gente tenía teléfono. En mi barrio los únicos eran el almacén de don Salvador Marrafino y la carnicería de Faustino Fernández a quienes había que acudir en caso de emergencia.

Las canchas eran humildes, dos o tres hilos de alambre limitaban su perímetro, y a cada gol se abrazaban los jugadores con los hinchas en una celebración sin límites. A pura pasión se celebraban los triunfos, pero con dignidad y respeto por el adversario.

Los jueces de línea vestían rigurosamente pantalones largos, camisa blanca y algunos corbata, no tenían banderín, un pañuelo blanco era el elemento con que señalaban al juez principal, también vestido con pantalones largos, las distintas infracciones.

En la Plaza Belgrano andaba “Candeloro” con sus enormes canastas cubiertas con tejido para que nadie le afanara las golosinas, maníes, tortas negras y demás cosas que vendía a los pibes.

También había un fotógrafo que con una máquina tipo cajón te sacaba la fotografía del recuerdo. Juancito “El enanito de la Trocha” con su pequeña bicicleta y Miguelito Di Siervi eran la curiosidad de todos los pibes.     

Los colchones y las almohadas eran de lana. Había un oficio: Colchonero. Martín Llanos iba a tu casa, descosía el colchón, lo cardaba y lo volvía a armar.

Los almaceneros, y  los mozos eran casi todos gallegos, los albañiles y carpinteros italianos, los tintoreros japoneses, los vendedores ambulantes de ropa turcos y los lecheros vascos. Había uno que andaba con una vaca por el pueblo y la ordeñaba a domicilio.

Entre esa mezcla heterogénea de personajes y cuando hacía poco que se habían puesto los primeros pantalones largos un grupo de jóvenes fundó en el año 1941 el Club Atlético San Martín. Juan Carlos Scibona, José María Maldonado, Santiago Noé Baztarrica, Roberto Bono, Ricardo Igelmo, Oscar Tamagne, Giocondino Canelli, Crescencio y Simón Martínez, Juan Serafino, Roberto Tejeiro, Luis Garavaglia, Luis Spina, Pablo Assandri, José Garbini, Manuel Rojo y Humberto Fortuna fueron los que un 18 de junio en una vieja casona de la calle Santa Fe al 400, dieron forma a la sociedad que eligió como primer presidente a Juan Carlos Scibona y como secretario a José M. Maldonado.

La revista del cincuentenario revive así aquel acontecimiento: “En 1941 en la ciudad de Nueve de Julio muchas obras e instituciones ya habían hecho su aparición. Pero aún no había nacido una que pocos años después y durante un largo período que llega hasta hoy, se convirtió en protagonista irreemplazable de la vida social y deportiva el Club Atlético San Martín”  
                               
Francisco Pastor
Del libro  “Club Atlético San Martín…   70 años de Historia.


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