Sábado 11 de Octubre de 2014

¿A quién le importa Clarín?

Publicación pedida por Corriente Radical.

El kirchnerismo ha retomado con más ímpetu su ataque a Clarín. La Presidenta afirmó hace poco que “vamos a terminar con la intermediación en la comunicación”. ¿Qué quiso decir? ¿Que van a intentar quedarse con los medios de comunicación que, en democracia, son los encargados de la comunicación? Pareciera que esa es la intención.

Porque: ¿a quién le importa el destino de Clarín como empresa? Es de suponer que exclusivamente a sus dueños. Al menos que la intención sea quedarse con esa empresa para colocarla al servicio de los intereses de los que gobiernan.

Da la sensación que al kirchnerismo lo paraliza la honestidad. Y esto no quiere decir que estemos afirmando que Clarín es honesto en su manera de comunicar la realidad. Nada de eso. Mucho antes que ellos – y sin haber sido “más que amigos”  durante mucho tiempo - el radicalismo enfrentó a Clarín por su manera de comunicar.

El periodismo, en su labor, no debe ser de izquierda ni de derecha, sino objetivo. Por lo menos, lo más objetivo posible. Y honesto, fundamentalmente.

No creemos en el autodenominado “periodismo independiente”. Los periodistas que hoy trabajan para el Grupo Clarín y  critican duramente al Gobierno, lo hacen – hay que creerlo – porque eso es lo que en realidad piensan.

Al Gobierno no le molesta el periodismo que encarna Clarín, Lo que en realidad le molesta es que allí trabajen periodistas honestos a los que no ha podido comprar. Al menos, es lo que parece...

Al Gobierno le molesta que alguien – sea o no sea Clarín – le marque y denuncie sus abusos, sus mentiras, su autoritarismo, su intolerancia, su corrupción.

La verdad es que no quieren “desguazar” a Clarín. Lo que buscan es terminar con la libertad de expresión, escondiéndose detrás de la presunta intención de combatir la “libertad de empresa”, que es la que los grupos económicos pretenden a su vez defender, detrás de su autoproclamada “independencia” como medios de comunicación.

Estamos frente a dos contrincantes que no muestran sus verdaderas caras. Uno pretende hacer “desaparecer “al otro, porque quiere adueñarse de su poder para traspasarlo a algún “amigo”. El otro, a su vez, esconde sus intenciones monopólicas presentándose como el último “paladín de la libertad de prensa”.

Aseguran algunos autores que conocen del tema, que el periodismo no debe ser “objetivo” sino “honesto” con sus lectores y acercarse lo más posible a la realidad de los hechos, sin sesgarlos con su propia subjetividad. Es verdad.

Muchos lectores permiten que un dictador sea criticado si se encuentra en la extrema derecha, pero jamás si es una persona progresista. Otros tantos, hacen lo opuesto.

El asesino es asesino por la propia definición de su aberrante acto, no porque sea de las filas de Videla o de los Montoneros. En ambos casos, el hecho en sí debería provocar el completo repudio. Ese simple concepto le es difícil de entender a mucha gente.

El periodismo no es partidismo ni ideología, sino medio de difusión de hechos y realidades. El periodista debería tratar de no quedar bien con nadie, sino de contar la verdad aproximada de las cosas.

El fascismo, en cambio, no es una ideología. El fascismo es una mentalidad. Por eso no es difícil encontrar a fascistas en las diferentes ideologías.

El periodista es un cronista de la historia de cada día, y eso pone en sus manos una enorme responsabilidad, que no puede ser desvirtuada por una simpatía ideológica determinada. Como dicen algunos sociólogos, los periodistas “forman opinión”, pero eso no les da derecho a formar “su opinión” en los demás. No es ético.

Alguien dijo una vez que “el periodismo es la primera versión de la historia”. Como tal, hay que  intentar que esa historia esté desprovista de toda subjetividad propia. De lo contrario, no se está informando como corresponde, sino dando un punto de vista -totalmente discrecional- sobre un hecho determinado.

Acá en 9 de Julio tenemos ya no pocos exponentes de lo que es la “propaganda” disfrazada de “periodismo”. Irresponsables “mercenarios de la información” que no verifican lo que escriben y suelen vender notas  cual “productos de feria” a quien pague mejor. Son personajes desprovistos de todo escrúpulo a la hora de hacer “operaciones de prensa”.

De a poco sus nombres se van haciendo conocidos y a futuro tienen asegurado su propio desprestigio profesional. Y es que la mentira no dura demasiado y la gente, aunque mastica vidrio, jamás lo traga.

El periodismo es un hermoso oficio, con grandes satisfacciones para quienes lo ejercen con  responsabilidad. El camino del éxito y el dinero es muy fácil en la profesión, pero siempre debe primar el interés por la verdad.

Aquellos que no tienen muy en claro lo que buscan, pueden confundirse trabajando como hombres de prensa. Hay quienes se  “venden” o alquilan, según la ocasión.

Y la obligación del periodismo honesto  es “marcar el camino” a futuro, para tratar de lograr que la profesión vuelva a ser lo que era hace no mucho tiempo: un fiscal de los actos de corrupción contra el pueblo. Y no sólo los producidos desde el Gobierno, sino también desde la oposición, como es el caso de 9 de Julio.

No es poco...

Corriente Radical
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