Martes 9 de Septiembre de 2014
Publicación pedida.
Una de las premisas básicas para un demócrata es el respeto a las instituciones de la República. Allí se engloba, entre otras, la división de poderes y el cumplimiento de normas fundamentales. Como, por ejemplo, no mezclar las cosas. ¿Un ejemplo? Primera la Presidenta de la Nación, pero mejor si se trata de algo que podemos apreciar en 9 de Julio.
El actual Presidente del Honorable Concejo Deliberante no cesa en sus actitudes de total menosprecio hacia la institución que representa. Es normal verlo participar de actos partidarios o, mejor dicho, de su agrupación interna dentro del justicialismo local. Parece no saber que el cargo que inviste lo anula para esas cuestiones.
Es el Presidente de todos los concejales que, ni más ni menos, representan a TODOS los nuevejulienses, sin distinción de ideologías o simpatías partidarias. Por lo tanto, el señor está inhibido – ni más ni menos que por el respeto que tiene que tener por lo que representa – de participar, por ejemplo, en conferencias de prensa de su sector partidario, como si fuera uno más de ellos. Pues debe saber que no lo es... al menos mientras ostente el cargo que ostenta. Es de esperar que el señor Presidente del HCD recapacite respecto a su investidura y respete, entonces, a la institución en la que ha sido colocado por sus pares. Eso sería, ni más ni menos, que respetar a la República democrática en la que todos queremos seguir viviendo.
También es de esperar alguna reacción en defensa de la Institución HCD por parte del resto de los concejales nuevejulienses. Hasta ahora, poco y nada al respecto. Alguien podría preguntarse el por qué de estas actitudes. Y la respuesta podría ser que las mismas se han convertido en una costumbre a todos los niveles. Porque eso es lo que vemos todos los días en nuestra Presidenta. Y, por supuesto, en quienes la siguen en un movimiento que bien podríamos llamar el Cristinismo.
Esa especie de narración “heroica” de su papel parece haber logrado convencer a peronistas diversos: algunos pertenecieron a la “pseudo izquierda peronista” de los 70, aunque el peronismo histórico nunca los reconoció como propios; otros rescatan sólo algunas borrosas pinceladas del primer Perón, que se enfrentó al embajador norteamericano. Olvidan que al siguiente embajador de Washington le entregó – el propio Perón – la medalla de la “Lealtad peronista”. Es fácil advertir que los más devotos “Cristinistas” están entre los que creyeron en los 70 que habían nacido para vivir una revolución que nunca llegó.
Uno se pregunta: ¿Dónde está la revolución de Cristina? ¿Será que la mitología cristinista lleva al panteón de los héroes a la militancia de la juventud que, según ella, se ha reencontrado con la política? La Cámpora es el fogón donde se cocina la nueva generación de políticos destinados a cambiar el statu quo. Resultó, sin embargo, que esos jóvenes no conocen la militancia ni siquiera en la teoría.
La militancia juvenil partidaria sirvió siempre para cuestionar a la burocracia de los partidos. Hoy, resulta que los burócratas son estos pseudo militantes que cobran miles de pesos en los cargos en los que los coloca Cristina. No están dispuestos a ningún sacrificio militante. No conocen el necesario esfuerzo que significa. Copian el modelo de la Jefa: la militancia está en la lengua. Sólo viajan en clase ejecutiva o en costosos autos oficiales. Son fanáticos de la función pública, pero sólo en lugares con muchos recursos económicos: Anses, Aerolíneas Argentinas, directorios de empresas, el ministerio de Economía o al lado del impresentable Boudou. Se han enriquecido a costa del Estado, pero no han sido los únicos. Acá nomás, en 9 de Julio tenemos ejemplos al respecto. Una diferencia: no son tan jóvenes. Pero en un ratito pasaron de pobres a ricos.
Un viejo peronista deshauciado reconocía su derrota: “ No soy joven, no soy rubio ni elegante y no me visto en Etiqueta Negra. ¿Qué puedo esperar de esta gente? Nada. Todo viene a cuento.
El Presidente del HCD nuevejuliense y estos “militantes modernosos”. Porque de estas cosas se trata el respeto a las instituciones de una República democrática. Sucede que con estos maestros, es poco y nada lo que se puede esperar...
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