Sábado 5 de Diciembre de 2015
En la última cancha de fútbol los niños se reúnen.
El interminable azul está a su lado, al alcance de sus manos. En la ribera del mundo, más allá de la luna, los niños se reúnen, y ríen, gritan y bailan en un tropel de jubiloso regocijo. En el verde césped, en el alba, al mediodía, o por la tarde, arman sus equipos de colores, y juegan en solares baldíos con arcos construidos con palos y redes que teje su imaginación.
Los niños juegan en la orilla del mundo, más allá del cielo. No saben mentir ni violentarse, su preludio deportivo los mantiene alejados de la competencia desleal y de los mercaderes que se hacen a la vela en el insondable mar de su inocencia. Sube la sonrisa y los niños cantan y ríen, una madre mece la cuna de su hijo, y los niños juegan y el baldío con su bello resplandor es cómplice de su alegría.
En la última cancha del mundo la bola baila y juega con los niños como un globo suspendido en el aire, y juega con ellos como lo hace la ola con el mar. Pasa una nube y los niños juegan. En el cielo anda rondando la muerte y los niños juegan en una nube de verde inocencia. En la ribera del mundo, más allá de la luna, en una cancha de fútbol, los niños se reúnen en una gran asamblea de risas y de gozos y de juegos y de cantos y... de fútbol.
Francisco Pastor.