Miércoles 17 de Septiembre de 2014

El Dr. Marcelo Carta fue elegido como referente de la Odontología Argentina en el exterior

Hoy es uno de ellos. Aún casi no puedo dejar de llorar desde el mediodía, porque vienen a mi memoria infinidad de recuerdos. De esfuerzos sordos que en su momento se los vivió como tontos o inútiles.

Hoy soñé despierto con mi viejo y querido Rogelio bailando con el Barba.

Con Nelly descorchando una botella de buen champagne con algún ángel medio curda.

Se juntan los pensamientos de tantas horas sin dormir, endeudarse hasta los tuétanos para estudiar con los mejores del mundo en sus consultorios, tantas charlas y conferencias que sólo sirven a la larga para un poco de ego.

Recuerdo cuando me dieron mi Jefatura en la UBA tras la que corría desesperadamente en busca de un homenaje póstumo que mi viejo jamás me pidió.
Locura y ruina de años que se deben disfrutar. Llegué con sólo 24 años. Mi viejo la había tenido y en la misma mesas de mármol de la cátedra de 4º año pero a sus 40 años, lo lógico.

Recuerdo mi primera conferencia, en un Congreso internacional de la Asociación Odontológica. Tenía sólo 20 años, estaba en cuarto año con un permiso especial. Quise empezar a hablar y no podía, no me salían las palabras, empezó la compañera, (por suerte lo hicimos de a dos), al rato recuperé el habla y empecé.

Posgrado y carrera simultáneas, clases particulares, de materias de secundaria de las que no sabía nada, para hacer un manguito y atención de amigos por la noche para sumar para el puchero familiar. Muchos años de 3 horas de sueño.

Estupideces en busca de un nombre aún inexistente. Diseño de un tratamiento que me costaría aún hoy hacerlo.

Costó: tenía un Duna que recién salía y 0km, venderlo y cambiarlo por un 147 cachuzo.

Terminó el ciclo de conferencias, terminaron los aplausos y yo feliz con mi cacharro 147 y el eco de los aplausos en mis oídos.

Después aprender a dar conferencias. Llega el momento cumbre, me invitan por el trabajo que me tragó el Duna, al Congreso más importante a mi entender que se hizo en la Argentina. Épocas del 1a1, venían capos.

Me entero que a mi charla concurriría William Mac Horris, quizás el mejor protesista de la historia y el yanqui que me hizo devorar todos sus libros.

No lo podía creer, Mac Horris, escuchando a un enano guanaco como yo que estaba desafiando la desnudez del principiante.
Cuando la charla terminó su primera parte, vino el traductor a pedirme por favor que me tranquilizara, que hablaba tan rápido que no llegaba casi a traducirme.
Vinieron luego las enseñanzas de mi querido Germán Kraus, luego de las cuales podía hablar en la cancha de River llena sin que se me moviera un pelo. El que sabe sabe y Germán un fenómeno y amigazo.

El día que me nombraron Jefe, me gastaron todo el día, me engañaron para hacerme enojar hasta el punto que me estaba yendo puteando a todos y me para la secretaria de la Cátedra, y me dice: -”Dr. no se olvide además que el lunes tiene que traer bombones para todos”.

Largué un exabrupto, encima bombones, me voy a la m… y no vengo más.

Vaya por favor con el Dr. Alonso, que era un maravilloso Profesor Titular que había en esos años.

Cuando empiezo a explayarme y putear, Alonso me para muy sonriente y fresco y me dice: Carta, no sabe que a los Jefes nuevos por tradición se les hace traer bombones?

Recién ahí caí que era una joda y que acababa con mis 24 años de ser nombrado jefe. (la secuencia es ayudante de segunda, ayudante de Primera, Jefe, Profesor)

Allí recibí una de mis primeras lecciones de vida sobre envidias y otras yerbas.

Alonso era un genio pero muy joven. Me llama a su escritorio y me dice que quería repetir la historia, que mi viejo Rogelio había sido Jefe suyo, (Alonso es uno de los odontólogos de mayor habilidad manual del país) y de que aparte de que había aprendido mucho, por lo que quería corresponderle por agradecimiento a mi fallecido padre, me confesó ante mi sorpresa que Don Rogelio era la persona con mayor habilidad manual que había visto en su vida, que se agrupaban los colegas para verlo tallar, y que había visto trabajar y había visto en mí parte de esa habilidad.

Eso sí, ahora preparate, tendrás subordinados que te doblan, en edad, mientras vos estés durmiendo pensando en pajaritos, ellos estarán despiertos pensando en como c…te y tomar tu lugar.

Ese año, el 87 más o menos, surge fuerte la aparición del descubrimiento de los implantes  en Suecia. Tengo que aprender -pensé-. Pregunté: ¿quién es el mejor? (muy relativo) Jack Krauser, me respondieron: todos, atiende a todos los yanquis millonarios de Palm Beach y Boca Ratón

No recuerdo aún cómo conseguí el dinero ni cómo lo devolví pero fui a pasar 3 semanas a full al consultorio de Krauser, uno en Plam Beach y otro en Boca Ratón.

Recuerdo que lo enloquecí, soñaba conmigo, lo consultaba hasta en el almuerzo, no lo dejaba ni probar medialuna, pero volví a Bs. As. poniendo implantes con una técnica depurada para la época, hace 27 años.

Muchísimas cosas buenas y malas pasaron en todos estos años.

El apoyo de los incondicionales, las traiciones de los cobardes, broncas que bien utilizadas son la energía que moviliza a crecer para callar imbéciles.

Hoy martes, día de lluvia en Bs. As. recibo la información de haber sido elegido por el Gobierno Nacional y una Cámara privada que agrupa a lo mejor de nuestra medicina, como el principal referente de la odontología argentina en el exterior, en la búsqueda de la llegada de pacientes de todas partes del mundo, compartiendo vivencias con monstruos que nunca imaginé tener cerca.

No sé si es el día más feliz de mi vida.

Creo que sí en lo profesional, pero más que nada en el ejemplo que les quedará a los dos piojitos Rogelio y Patricio de su padre, el regalo muy póstumo para mi viejo, al que lloré y soñé todo el día de pelo largo y barba blanca similar al del GRAN Barba, bailando juntos de felicidad y a la vieja buena onda de Nelly, sirviendo champagne y canapés a cuanto ángel o demonio anduviese cerca.

Por primera vez en mi vida siento que llegué a cumplir todas mis deudas soñadas, nunca exigidas.

A sentir que tener padres excepcionales, permite tener una familia y una profesión maravillosa.

Una mujer bárbara que acompaña en todas, dos piojos de ensueño, un hermano idealista como nos formó el viejo y dos sobrinos que nunca fallan.

Gracias a todos, sobretodo a esos atorrantes que me soportan de hace 47 años y otros no tanto pero si muchos años de amistad sincera y de calidad, moral y espiritual.

Espero con mi nueva actividad no defraudar a nadie, ni amigos, ni parientes ni a mi país. Abrazo grande.

Marcelo Carta.


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