Mensaje del Obispo Diocesano, Ariel Torrado Mosconi
“El ramo que levantamos para aclamar a Cristo y que luego pondremos en nuestros hogares tiene un triple significado”
1. CORAJE. Imitar el coraje de Cristo
Jesús entra decididamente en Jerusalén: Él sabe lo que le espera, sabe que allí será rechazado por los sumos sacerdotes y los fariseos. Conocía muy bien que el mismo pueblo, que ahora lo aclamaba, pocos días después iba a vociferar pidiendo su muerte, y lo más doloroso aún, sabía que sería traicionado y abandonado incluso por sus discípulos más queridos.
Sabía también que allí en Jerusalén debería sufrir todo tipo de dolor físico y espiritual. Que sería prendido y juzgado como un delincuente, que debería soportar el dolor físico de una brutal flagelación, que sería burlado y humillado presentado ante todos con una corona de espinas y un trapo rojo para humillarlo mientras se lo escupía e insultaba; y por fin sabía que sería despojado de sus ropas y crucificado cruelmente. Pero Él no escapó a la voluntad del Padre, a su vocación al amor hasta dar la vida. Y lo hizo por amor a vos y a mí. Pensando en vos, y pensando en mí, ingresó en Jerusalén y estuvo dispuesto a tolerar todo este tormento.
No le escapemos a la cruz, no vayamos en otra dirección a la que nos presenta la voluntad de Dios. Aceptemos el dolor del aislamiento que nos toca, de los fracasos y las pérdidas que tengamos que sufrir, de renunciar a muchos de nuestros proyectos y planes.
¿Soy capaz de afrontar la cruz que me sobreviene o intento tomar otro camino otra dirección en la vida? ¿Estoy dispuesto realmente a entrar en Jerusalén?
No lo podríamos hacer si no ahondamos en el segundo significado de este ramo: la confianza.
2. CONFIANZA. Confianza plena en el poder de Dios
Ese mismo Cristo, que un día entró en Jerusalén, en este momento de dolor no nos deja solos. Hoy más que nunca está junto a nosotros. Jesús visita la humanidad entera en esta semana santa 2020. Entra en cada uno de los países más azotados por esta epidemia, entra en nuestras ciudades desiertas por la amenaza de la enfermedad y la muerte.
Él quiere entrar en nuestra ciudad y diócesis de Nueve de Julio. Hoy más que nunca se hace presente en nuestros hogares, en cada familia. Hoy visita nuestros hospitales y clínicas, las residencias de los abuelos, la casas de quienes están solos y tristes, los barrios más pobres, cada uno de los comercios cerrados, de las industrias paradas, de los lugares donde hay más desconcierto, temor y sufrimiento.
¿Descubro la presencia de Cristo en este momento tan doloroso de la humanidad a raíz de esta pandemia? ¿Lo descubro presente disipando los miedos, la angustia, la soledad?
3. SERVICIO. Imitarlo en el servicio
Debemos disponernos a seguir los pasos de Cristo hacia la cruz. Morir a nuestros egoísmos y comodidades para estar cerca de quien nos necesite. Poner todo nuestro empeño en ser servidores, como Cristo siervo, dando la vida por los demás. Allí está lo que en verdad vale la pena.
En los momentos cruciales de la vida surgen los verdaderos héroes: los médicos y enfermeros, los servidores de la comunidad en cada una de las áreas esenciales de la existencia, aún las que parecen más pequeñas e invisibles. Ahora nos damos cuenta como no todo lo que brilla es oro: que no son los ídolos famosos, ni los que ostentan riquezas y lujos los que tienen una vida que valga la pena. Por eso levantar el ramo nos compromete a ser servidores como Jesús gastando la vida por los demás y allí encontrar el sentido de nuestra vida y la razón de nuestra alegría. Y recordemos las palabras de la santa madre Teresa de Calcuta quien no vive para servir, no sirve para vivir”.