Jueves 8 de Febrero de 2018

La vida del Cardenal Pironio: una mirada desde y en el lugar de su bautismo

Homilía del Obispo Diocesano en el Carmelo San José.

Unos de los puntos más sobresalientes de la espiritualidad del Cardenal Pironio fue la Pascua. No se cansaba de escribir y de predicar sobre la dimensión pascual de la existencia cristiana y sus repercusiones en todos los ámbitos y realidades. Por eso podemos iniciar este año en que haremos memoria de su existencia enfocándola desde la perspectiva de dos “pascuas” a las que se solía referir el Padre Eduardo: la de su bautismo -que recibió aquí en nuestra iglesia de Santo Domingo- y la de su muerte -de la cual hoy se cumplen veinte años-.

“Primera pascua de los creyentes” dice el prefacio de la misa para la administración del bautismo. En el rito bautismal, que hunde sus raíces en la más pura tradición bíblica, cada uno de nosotros es consagrado con el santo Crisma como “profeta, sacerdote y rey”. Allí encontramos tanto el don, la identidad y la misión como -precisamente- ungidos, “otros cristos”, cristianos. Una expresión muy querida y repetida incasablemente por el Cardenal era “llamados, consagrados y enviados”. Bajo esta óptica miremos la vida de Pironio, será como una obertura o introducción a todo cuanto iremos profundizando y ahondando a lo largo de este año: profeta, sacerdote y rey.

PIRONIO PROFETA
Sin lugar a dudas fue un hombre de la Palabra. Gran orador y predicador. Escritor prolífico. Maestro sabio y suave. Sus sermones tocaban y arrebataban los corazones. Sus escritos no solamente señalaron y abrieron caminos sino que siguen iluminando actualmente la vida de la Iglesia. Hoy, en la perspectiva de los años, podemos reconocer en Pironio un auténtico profeta de la Iglesia del siglo XX, por que fue un hombre de la Palabra contemplada que se hacía predicación iluminadora de la actualidad.

PIRONIO SACERDOTE
Por esa centralidad de la Pascua en su vida y teología -o en su teología hecha vida- supo revalorizar el sacerdocio bautismal de los fieles, lo cual estuvo en la base tanto de su servicio a la vida consagrada como en el pastoreo a los fieles cristianos laicos. La gran encíclica “Cristifidelis laicis” de san Juan Pablo II tiene “sabor pironiano”. Mucho tuvo que ver el Cardenal en su redacción, dicen los conocedores. Desde su infancia sintió la llamada al sacerdocio y la vivió intensamente hasta el último instante de su vida. Mucho dijo e hizo por el sacerdocio, por los sacerdotes. Ello quedó plasmado y resumido en ese “magníficat sacerdotal” que entonó con motivo de sus cincuenta años de ordenación presbiteral, entre otros lugares aquí entre nosotros, y que también sigue aleccionándonos, sobre todo a los sacerdotes. Aquí quisiera destacar que él vivió su propio sacerdocio también en dimensión pascual. El sacerdocio como ofrenda, oblación, “abrazado a la cruz” -como gustaba decir- una cruz gloriosa que hacía fecundo y fructífero ese ministerio. Bien sabemos que su existencia sacerdotal estuvo jalonada y signada muchas veces por la incomprensión y hasta por el rechazo. Lo vivió en silencio, con paciencia y ofreciendo todo sobre el altar. Esta es la configuración más profunda con Cristo sacerdote. Y para ello y por ello fundo a las “Misioneras de Cristo sacerdote”

PIRONIO PASTOR
El rey bíblico era considerado como el pastor de su pueblo. Esto pasa al Nuevo Testamento y por eso el servicio regio es acción o servicio pastoral: apacentar el rebaño, cuidarlo, guiarlo, alimentarlo, ir a buscar al que se perdió y hasta dar la vida si es necesario. Como Jesús, el Buen Pastor.  El vocablo “pastoral” es algo corriente en la Iglesia de hoy. Y también que los sacerdote somos, y debemos serlo cada vez mejor, pastores del pueblo de Dios. Pero nuestro Cardenal tiene el mérito de haber sido pionero en redescubrir, y ayudarnos a redescubrir, la dimensión y perspectiva pastoral en la vida de la Iglesia. A los sacerdotes nos ha dejado unas páginas bellas y selectas en sus “Escritos Pastorales” que aún hoy pueden ser releídos con mucho provecho porque tienen sabor al Evangelio.

Muchísimo más podríamos decir de la rica vida del Padre Pironio -como gustaba que lo llamaran aún ya siendo Cardenal- pero tendremos oportunidad de hacerlo detenidamente y por boca de quienes lo conocieron o estudiaron su figura y legado. Comencemos hoy esta “memoria” recordándolo desde el lugar donde comenzó todo, desde la cercanía a la pila bautismal que lo introdujo en su primera pascua, fuente de la santidad.  Dando gracias a Dios porque tuvimos entre nosotros a este hermano, nacido en esta tierra y que transitó por estas calles y lugares, que un día fue ungido como profeta, verdadero oyente, contemplativo de la Palabra; como Sacerdote porque supo configurarse con toda su existencia a Cristo sacerdote en su sacrificio pascual; y como Pastor por que amó entrañablemente a la Iglesia siendo hombre de comunión, unidad y paz.
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