Sábado 26 de Diciembre de 2015

La feligresía católica celebró la Navidad

Al celebrar la feligresía católica la Navidad, en la tarde del día jueves, en la Iglesia Catedral “Santo Domingo de Guzmán”, el Obipso Dioce-sano de 9 de Julio, Mons. Ariel Torrado Mosconi, celebró la Misa de Nochebuena, dejando su mensaje a la comunidad.

Navidad

Asistentes a la misa de Nochebuena realizada en Iglesia Catedral.

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Monseñor Ariel frente a la imagen del Niño Jesús en un pasaje de la ceremonia.

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El Obispo Torrado Mosconi presidió la misa de Nochebuena.

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Guillermo Cóppola y su esposa Corina participaron del oficio religioso.

“La Navidad es la manifestación de la Misericordia de Dios. Tanto nos amó Dios que quiso hacerse muy cercano y nos envió lo que más quiere, a su propio Hijo. Y para dejar aún más de manifiesto la locura de su amor, por nosotros pecadores, lo envió como un niño recién nacido, que no se impone por la fuerza del poder, sino que se acerca y nos atrae por la fuerza de su ternura desde la pequeñez y la humildad.

¿Quién puede temer de acercarse a un bebito indefenso? ¿Quién podría aducir que tiene miedo al castigo de un Dios que se hace presente entre nosotros de manera tan inerme e indefensa? ¿Quién puede resistirse a la ternura de Dios que se hace presente en el Niño del pesebre?

Dios sigue empecinado en manifestarnos su amor con gestos cada vez más tiernos y amorosos. La experiencia del amor misericordioso de Dios no nos puede dejar iguales, necesariamente nos debe transformar. Nos debe llevar a ser miseri-cordiosos con los demás, a tener un corazón más parecido al de Jesús que no se cansa de perdonar.

Este amor divino una y otra vez se acerca a nosotros pecadores. Dios lejos de alimentar los deseos de venganza siempre nos perdona. Nos sigue llamando pese a que nosotros no hemos respondido a su amor sino con indiferencia y frialdad, con rechazo y dureza.

Este misterio de la misericordia debe interpelar toda nuestra vida, toda nuestra manera de pensar y de actuar. En esta noche ya no podemos seguir sin acercarnos a aquellos que nos hemos distanciado, no podemos dejar de perdonar a quienes nos han ofendido, no podemos olvidar a aquellos que por diversas circunstancias hoy sentimos que están lejos. Dios nos persigue con su misericor-dia, nosotros no debemos resignarnos fácilmente a dejar que tantos hermanos se alejen de nuestro amor y de nuestra vida.

Tampoco podemos mirar para otro lado frente a las necesidades de nuestros hermanos.

¿Cómo sentarnos a la mesa de esta navidad si no estamos dispuestos a compartir con los pobres? ¿Cómo celebrar en familia si no regalamos nuestra compañía a los que están solos? ¿Cómo hacer fiesta y alegrarnos si no lle-vamos un poco de consuelo a los tristes y a los que están enfermos?

El Papa Francisco nos recuerda que la verdadera fe en Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí mismo, de la pertenencia a la comunidad, del servicio y de la reconciliación con la carne de los otros. La revolución de la ternura de la misericordia de Dios ha de inspirar el gesto y la palabra oportuna frente a los niños que sufren falta de amor y cuidado, a los jóvenes que han caído en la trampa de las adicciones, a los abuelos que han sido abandonados, a las familias heridas por divisiones y peleas, y a todo al hermano sólo y desam-parado.

Esta es una noche santa, noche de perdón y reconciliación, noche de reencuen-tros en familia, noche para la amistad y el compartir. Es la noche de paz dónde la estrella de la esperanza viene a iluminar la oscuri-dad de nuestro pecado, de nuestras tristezas y fraca-sos, de nuestro dolor y cruz. Ninguno de nosotros puede sentir que la navidad no le toca, que esta fiesta es para los otros.

Que nadie se sienta excluido de esta alegría. Que se alegre el pecador porque hoy se le brinda el perdón, que se regocije el que siente el dolor de la enfermedad por que hoy recibirá el consuelo del Dios que no los deja solos y viene a vendar sus heridas, que se llenen de alegría los pobres y excluidos porque son los primeros que han sido invitados al pesebre de Belén, que se llenen de gozo los que están tristes y deprimidos porque Dios es la causa de nuestra esperanza.

En esta noche la virgen desde el pesebre quiere hacernos experimentar el mismo amor que tuvo para con el Niño Jesús, san José nos quiere brindar desde el cielo el mismo cuidado que tuvo para con su pequeña familia y el Niño Dios tiende sus pequeñas manos hacia nosotros para abrazarnos con la calidez de su ternura. Que en este año de la Misericordia podamos contemplar con nuevos ojos este misterio de la Navidad, que nos dejemos conmover por la grandeza de este amor y respondamos con confianza a su llamado.

Con alegría vayamos a Belén, hagamos un poco de silencio en esta noche, y con renovado asombro contemplemos el misterio de la Misericordia de Dios manifestada en el pesebre y dejemos que este misterio de amor transforme nuestra vida”, señaló la autoridad religiosa diocesana.


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