Miércoles 15 de Julio de 2020
Eugenia Castagnaro, una joven de 32 años, denunció por abuso sexual agravado consumado a Gabriel Ghilardini, cura de Florentino Ameghino que actualmente sigue en contacto con menores de edad.
Luego de cargar 20 años con el secreto, Eugenia Castagnaro decidió contar los abusos que vivió cuando tenía apenas doce años. El 6 de abril del corriente, realizó la denuncia judicial (IPP-18-03-000427-20/00) en la Unidad Funcional de Instrucción Nº 3 de violencia familiar, a cargo de Eleonora Day Arenas. En diálogo con Vale Nueve de Julio, Eugenia recordó que los abusos los sufrió mientras asistía a las clases de catecismo en Capilla del Señor, espacio en el que conoció al cura Gabriel Ghilardini, quien entonces tenía 40 años: “Me había mudado al pueblo, era muy tímida y no conocía a nadie. En mi casa se vivía un ámbito de violencia y él siempre se mostró muy cercano a los chicos, no solamente conmigo, entonces me generó confianza para contarle lo que vivía en casa y los problemas que tenía con mi familia”. Entre lágrimas recordó que Ghilardini “me regalaba golosinas y siempre era muy amable, me acuerdo que para mi cumpleaños me regaló un librito blanco que tenían oraciones para los santos y hasta me lo dedicó”. Además detalló que “iba al colegio que estaba muy cerca de la Iglesia, cuando salía tocaba timbre, y él me atendía y me hacía pasar a la oficina, era mi lugar de desahogo donde él me escuchaba”. Los abusos comenzaron cuando un día “me pidió permiso para abrazarme, y al hacerlo, me tocó los pechos por debajo de la remera; me quedé petrificada, me alejé, pero él me abrazó de nuevo y me besó en la boca”. Luego del primer episodio Eugenia, quien era una niña, volvió a la oficina de la Parroquia: “Era el único lugar que yo tenía para escapar de las situaciones de violencia en mi casa, me desarma que me pregunten por qué volvía, no lo sé responder, aún no sé responder eso, tenía miedo de tener la culpa, o de lo que fueran a pensar. Cuando volvía, a veces se aprovechaba de mí y a veces no, un día decidí no ir más porque me sentía mal con lo que estaba pasando, además me asusté porque me invitó a pasar a su casa. Hoy me doy cuenta que nunca generé ni hice nada para que me pasara eso”. Actualmente Gabriel Ghilardini está en la Parroquia de Ameghino en la Diócesis de Nueve de Julio, y si bien el obispado comunicó que “fue apartado” a raíz de la denuncia, sigue en contacto con menores. Eugenia, también conocida como Coqui, afirmó que quiere justicia y que “no le interesa si sigue dando misa o no”, sino que “tiene que dejar de estar con niños, no los tiene que tocar. No es justo que siga con su vida normal y que haya chicos que estén sufriendo como sufrí yo”. A Además explicó los motivos que la llevaron a elegir el camino de la justicia: “Me cansé de esconderme, yo no provoqué todo lo que pasó y no hice nada malo”. Coqui forma parte de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina, y desde ese espacio, encontró contención y fuerzas para seguir adelante. En ese sentido dijo que “hacer la denuncia te alivia un montón, poder sacar todo eso de adentro ayuda muchísimo. Es el primer paso para sacarse todas las inseguridades, en mi caso me costó muchos años lograr que un hombre me abrace y me sintiera bien; también me cuesta que me hagan regalos, me siento incómoda porque siento que tengo que dar algo a cambio o que es por algo. Ahora me doy cuenta que eso me pasa porque me recuerda a cuando él me regalaba golosinas para ganarse mi confianza”. UN ESPACIO PARA HABLAR En diálogo con Vale Nueve de Julio, Liliana Rodríguez, psicóloga de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina - que posee una página de Facebook para contactarse en cualquier momento-, afirmó que “hay otras víctimas de este cura que están haciendo su proceso y aun no hicieron la denuncia”. Además ratificó: “Sabemos que hay más porque podemos afirmar que quien abusa una vez lo vuelve a repetir”. Por otra parte, explicó que “los abusos no necesariamente incluyen una actitud agresiva, en este caso, las caricias, los tocamientos, los besos también fueron un abuso porque confundieron a Coqui, vulneraron su confianza, avasallaron su intimidad, su cuerpo y su subjetividad”. Además dejó en claro que “nunca hay consentimiento cuando hay diferencia de Poder, mucho más en este caso por el poder que da la embestidura de sacerdote. No importa la edad que tenga la víctima, lo importante en este tipo de abusos, es la diferencia de poder”. Vale remarcar que para formar parte de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina no hace falta haber radicado la denuncia formal en la justicia, ya que el objetivo es visibilizar los hechos, acompañar emocionalmente a las víctimas a través de sus pares, y asesorar legalmente cuando así los dispongan. Al día de hoy, más de 150 personas sobrevivientes de abuso sexual eclesiástico en el país participan y forman parte de la Red. Al respecto, Rodríguez recalcó: “En la Red los y las estamos esperando, sabemos lo difícil que es poner en palabras las situaciones traumáticas que vivieron. Pueden comunicarse por cualquier inquietud o duda a la página de Facebook ‘Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina’”.