Lunes 16 de Noviembre de 2020
Donald Trump parece no resignarse a perder su rol de relevancia en el escenario político norteamericano, locura o estrategia? A casi una semana del cierre de los comicios, finalmente el pasado sábado en Estados Unidos se declaró ganador al candidato demócrata Joe Biden, quien logró superar los 270 electores (recordemos que la elección presidencial es por colegio electoral) requeridos para la proclamación, derrotando al actual Presidente norteamericano, Donald Trump. Como anunciaba, incluso antes de la elección, el Presidente no está dispuesto a reconocer la derrota y ha intentado todos los caminos para demostrar que la elección ha sido fraudulenta. Su principal argumento es que una parte de los votos emitidos por correo, que en esta elección marcaron un record histórico, fueron emitidos a posteriori de la fecha de los comicios y por lo tanto no son válidos. Por estos días el equipo de asesores del Presidente Trump casi en pleno intenta disuadirlo de avanzar con las presentaciones judiciales y varios referentes políticos como el ex Presidente Bush y hasta su propio VicePresidente se despegan de sus exasperados movimientos. Desde la campaña presidencial que lo llevo a la Casa Blanca en 2016 hasta estos días Trump ha cultivado un estilo muy particular que en su momento le dió el triunfo, ha generado fanáticos y detractores, y le ha hecho tener una excelente elección aún a pesar de la pandemia y sus derivaciones, es difícil imaginar otra retirada que no sea pegando. Expresa un estilo que probablemente resulte más familiar para el mundillo político latinoamericano que para el norteamericano, con un marcado sesgo personalista y un liderazgo carismático que casi desprecia las herramientas de diálogo y generación de consensos. Al mismo tiempo logró ser el canal de expresión de los valores más tradicionales, nacionalistas y de reinvindicación de un supuesto pasado “de gloria” presentes en buena parte de una sociedad que no logra adaptarse a los cambios que implica un mundo cada vez más conectado e interdependiente. Los números de esta elección lo demuestran, sus triunfos han sido en las localidades más pequeñas y las derrotas en los distritos urbanos, principalmente los más cosmopolitas. Pero esas actitudes de Trump no quedaron sólo en declamaciones sino que se plasmaron en la forma en que llevó adelante su presidencia, dijo que no confiaba en las energías renovables y sacó por decreto a Estados Unidos del acuerdo de París, puso en crisis a la OTAN cuando unilateralmente decidió sacar de Alemania 12.000 soldados americanos y repatriar a la mitad de los mismos en línea con su política “América First”, no intervino a lo largo de su mandato en conflictos bélicos vinculados a otros países, decidió salirse de la OMS, tal como lo había planteado bajo impuestos para repatriar empresas americanas con operaciones en otros países y lo logró reivindicando su lema “Make America Great Again” (hagamos América grande de nuevo). Trump tenía un plan para su gobierno y en gran medida lo llevó adelante, ese plan también ha generado adhesiones y rechazos a lo largo de todo el mundo, y de su propio país. Esos rasgos personalistas, de alta discrecionalidad, con fuerte sesgo nacionalista y con fuerte basamento en las características carismáticas del líder son los definitorios de los liderazgos populistas. La participación en la elección del pasado 3 de noviembre fue las más alta de los últimos 120 años en Estados Unidos, con más de 150 millones de votos emitidos, de los cuales más de 100 millones fueron anticipados o por correo, en otro número record. Esta altísima participación puede tener que ver con el sisma que significó Donald Trump para la política norteamericana, de hecho la elección terminó siendo mucho más reñida de lo que mostraban las encuestas previas. De todos modos las mayoría de los nuevos votantes fueron atraídos a las urnas por su rechazo al Presidente en funciones. Trump es probablemente el político de mayor sesgo personalista en la historia de los Estados Unidos, ha habido muchos otros con fuerte impronta personal pero en general han estado muy alineados a las pautas de los grandes partidos. En este caso nos encontramos frente a una figura que despierta amores y odios en propios y extraños, cuya impronta personal excede los límites partidarios, con consecuencias que se empezaran a vislumbrar en los próximos días: ha nacido el “trumpismo”. Por último una referencia al ganador de las elecciones, Joe Biden es un político tradicional, con fuerte anclaje partidario que pone su foco en la educación y en la política exterior, que tiene una mirada favorable hacia América Latina y que buscará traerle un período de “normalidad” a la democracia más antigua del mundo. Llega a la Presidencia con una situación poco favorable tanto en el Senado, donde republicanos y demócratas tienen la misma cantidad de escaños, como en la Cámara de Representantes donde si bien los demócratas predominan no llegan a la mayoría propia. El resultado de la elección, las características antes descriptas y la falta de mayorías del gobierno electo, le brindan a Trump la posibilidad de seguir siendo un actor clave de la política norteamericana, él lo sabe y por eso su retirada es como su llegada: acentuando y hasta exagerando sus peculiares y controversiales rasgos personales que han sido y seguirán siendo la fuente de su poder. El populismo parece instalado en Estados Unidos. Lic. Manuel Font