Martes 12 de Julio de 2016

BICENTENARIO

El deporte argentino como signo de identidad y pertenencia

  • Guillermo Blanco

Es imposible desde una perspectiva subjetiva conformar un manojo de hechos que se posicionen sobre otros en el firmamento del deporte argentino.

Circunstancias sociales, tiempo y espacio impedirán ser exactos en el intento, aunque desde la imperfección sí se puede aceptar el desafío. Es cuando aparecen entre prohibiciones oficiales peleas de boxeo y forcejeos del pato -declarado deporte nacional durante el segundo gobierno peronista- , y más atrás aún de los 200 años a que se hacen referencia, la Chueca simboliza a la América precolombina con sus mujeres campesinas jugando con un palo y una bola de caucho como antecesor del hockey, hoy tan exultante en las clases medias.

Son apenas algunos datos del mundo del deporte bicentenario, que quien esto escribe trató de incluir en el libro “Deporte nacional, Dos siglos de historia”, con los colegas Ariel Scher y Joge Búsico (junto a los investigadores Oscar Bernarde, Víctor Raffo, Eugenia Cima y Francisco Pandolfi).

Ya con el módulo persistente desde la mitad de ese tiempo, aparecen el fútbol como eslabón mayor, con acento británico hasta darle forma local a la manera de jugar, el básquetbol con un desarrollo monumental en la última parte del segundo siglo, el atletismo de más a menos aunque la industria y la corporación se hayan encargado de mantenerlo vigente aunque lejos de la elite mundial.

Y con vaivenes, el boxeo ya reinstalado e insertado en el corazón popular con  Firpo en 1923 cayendo ante el legendario estadounidense Dempsey tras tirarlo; el Polo como parte de una elite a caballo; la natación con algunos inmensos aportes personales como el de Jannette Campbell en Berlín ´36, actualizados con un campeón mundial como José Meolans a este lado de la parábola; el automovilismo con un actor mayor a nivel internacional como Fangio en los ´50 y de los Gálvez para solidificar el deporte motor local, han sido algunos íconos de una actividad que supo superar barreras políticas a veces devastadoras. Sin ir más lejos, el Mundial ´78, cuando le gente común salió a las calles en lo que puede parecer una contradicción, aun que desde otro ángulo fue una muestra de liberación de grito mientras se intuía el terror militar con apoyatura civil que se cernía en centros de detención y tortura.

Amplias disciplinas tuvieron su momento de esplendor, y algunas se mantienen en pie, como el atletismo, el boxeo con sus campeones mundiales, el polo cuyo zenit estuvo  en la década del 80, el tenis antes y después de Vilas, el rugby antes y después de Los Pumas, el básquetbol antes y después de la Liga Nacional y por qué no de Ginóbili.

Y hubo logros en otras disciplinas, como la esgrima (los hermanos Félix y Fulvio Galimi), pesas (Salvetti), el ciclismo como un deporte que se ha mantenido vigente a lo largo de la historia pero que no ha podido despegar fuera de la geografía local salvo en algunos casos como la medalla de oro olímpica de Juan Curuchet y Walter Pérez y en la década del ´60 con referentes de fuste en el plano casero.

Por ahí anda el ajedrez, extendido hoy en su actividad nacional en algunas provincias como en San Luis, incentivados por la presencia de Claudia Amura, pero sin referencias mundiales. Pero por sobre todo con una supremacía mayúscula del fútbol por sobre todas las otras actividades juntas. En cada época se fueron sucediendo equipos y figuras de talla universal, lo que ha hecho de este deporte una marca mayor, desde el Boca del 25, el San Lorenzo del 46, la selección campeona sudamericana de los carasucias del 57 -entre otros-, la selección del ´78 como bisagra histórica y la del ´86.

Y con nombres propios mundiales como Di Stéfano y Maradona, hasta llegar a Messi, Por sobre gobiernos y gestiones deportivas  de distintos tonos, el deporte siempre ha tenido la virtud de sortear escollos y preservarse. A veces más cerca, a veces más lejos de algún color político como ocurriera con los históricos Juegos Evita. Pero siempre como un refugio para tratar de mantener viva la llama de la identidad nacional y regional, aún en tiempos como los actuales en que los clubes siguen resistiendo aunque el poder de los negocios haya clavado sus puñales


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