Miércoles 19 de Marzo de 2014

Un festejo redondo como el futbol que mostró

Por Guillermo Blanco.

El grito convocante del puñado de dirigentes retrotrae el recuerdo a aquellas películas en blanco y negro cuando el “¡¡Ohohohoh…” de Tarzán producía una juntada mayor. Y esta convocatoria  con la justa excusa de festejar el título futbolero logrado en el  reciente Interligas se anuda con esa soga que algunos visionarios empezaron a tejer allá por el 41 y que hoy vive en los niños que corren  entre las mesas, los jugadores dueños de un presente esplendoroso por la forma de conseguir los objetivos, y socios, padres y madres, simpatizantes y dirigentes que no solo no aflojan sino que le meten más pasión.

Uno no sabe, aunque imagina, qué habrán sentido los primeros campeones 70 años atrás. Pero sí percibe, esta noche y en directo, el orgullo sanmartiniano de cada uno de los pibes que lograron el título del Interligas superando a toldenses, casarenses y a los también difíciles  vecinos de La Niña. Y todo aumentado aún por el honor de ser todos retoños del club, si se acepta que Gonzalo “Nino” Rodríguez hace una década estuvo en Agustín Alvarez. Tan solo uno. “Todos son de casa”, afirma orgulloso ese mástil mayor que es el “Chueco” Pastor (cuyo nombre lleva este inmenso salón dentro del club).

Qué tanto… San Lorenzo tendrá un Francisco Papa, pero San  Martín cuenta con su Francisco Pastor, símbolo histórico y presente, que le pone letra y música a una institución cuya prosapia se advierte en el sentimiento manifiesto de cada uno de los presentes en la cena del festejo, en la que también se extiende el homenaje hacia varios que no pudieron asistir.  Entonces vaya el reconocimiento y el aplauso para “Coto” Maldonado, el Guardiola de este fenómeno futbolístico en cuanto a estilo, respeto por el juego y por una camiseta con historia. Y para el primero que tomó la regadera para asentarlo todo, Alejandro Re, y para Maxi García Campos con su talento.

El central Enzo Bracco, de los más expertos con un pasado en Sarmiento de Junín, se anima y con la misma solvencia que en el campo, deja unas líneas sentidas. “Recuerdo el día del ingreso al club, los nervios, las alegrías. El objetivo deseado por todos nos llevó un esfuerzo muy grande, días de lluvia, el calor, los feriados, pero valió la pena”.  Lo está leyendo el colega Juan Carlos Bravo, con el defensor cerquita, como cuidando el área. Y enseguida recuerda que el fútbol es solidaridad y entonces agradece:   “a Javi (Sampietro, que tomó la posta de Coto y superó el examen), a Martin (Macchione, hijo del siempre listo Bocha), al utilero Félix González (quien no permite que pase al olvido el símbolo llamado Juan Pagliana), el orgulloso masajista “Chango” Vázquez ( papá del talentoso volante Nicolás),  el masajista “Cachito” Lizaso)…”. Y Bracco finaliza a lo grande, saliendo con la frente alta y la pelota al pie: “agradezco a mis compañeros por el esfuerzo y la honestidad que tuvieron siempre. Aprovechemos esta magnífica institución porque los años pasan volando y esto no es un simple club, es nuestra segunda casa”. No alcanzamos a escuchar si también nombró a Sergio Viola, ese todoterreno encargado del taller que achica presupuesto mientras se agranda la infraestructura de ese monstruo creciente que son las instalaciones.

La mayoría de estos pibes cortaron una racha de más de dos décadas sin títulos, y entre los que enarbolaron las frágiles banderas queriendo apostar a la inmediatez vacía de un título poniendo plata y foráneos, y los que preferían un paciente y profundo cambio de mentalidad, hubo un largo partido en el que ganaron éstos. Que no eran muchos –como suele suceder con las grandes gestas-, pero que hoy tienen el derecho del festejo mayor. Y aunque tampoco ande por las mesas, parece verlo a Alan Castro recuperado para la vida luego de un feo accidente. Y los que ya no podrán volver pero guarda el corazón. Entonces qué mejor que pedir otro aplauso para esos pibes campeones de hoy cuyos nombres nos está recordando Pastor, y que son Maineri, Bessone, Bracco, Vallejos, Gustavo Ibañez, Torres, Vázquez, Matías Ballejos , García Campos, uno de los Bayaut y Borregón, entre otros muchos que participaron dejando lo suyo y que la tiranía del espacio como el reloj del referí impiden nombrar.  Y hay cartas de adhesión de clubes hermanos, como Atlético y como La Niña, éste que cayera en el partido decisivo. Y llegan más,una del intendente, Walter Battistella y otra del presidente de la Liga, Eduardo Barucco, por Tandil por sus tareas dirigenciales del fútbol del interior.

Cuánta historia, cuánta familia, cuántos apellidos pululan en cada mesa. Allá anda “Manzana” Alvarez, médico y hermano del ex presidente Enrique,  más acá los hermanos “Chachi” y “Bocha” Farías,  y el “Gordo” Marti vestido de negro para disimular. Y tantos Marrafino (recordando que Rubén fue quien alertó sobre la venta del predio donde hoy está San Martín), y otros jugadores de ayer como Hugo Bonano, y el viejo Pichón que luce su camiseta celeste y blanca, la misma cuyos colores luciera ese Tabito Riccioni hoy tesorero implacable para que los números favorezcan al  club. Y, yendo y viniendo, corriendo y saltando, decenas de chicos ya encaminados hacia el  futuro celeste y blanco, deslizándose por una alfombra que le estiran los de ahora y los de antes. Todos convocados por ese Tarzán que ya debe estar preparando un nuevo grito para la próxima juntada.


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