Lunes 25 de Abril de 2022
IGLESIA CATEDRAL – VIERNES DE LA OCTAVA DE PASCUA
20 años de Sacerdocio del padre Guillermo Gómez
Se recordaron además los 10 años de la Pascua de Pedro Traveset. En la homilía completa - que se transcribe a continuación- el Padre Guillermo no olvidó de agradecer al cardenal Pironio, a los obispos que lo acompañaron y a la comunidad en general.
El martes a la noche pasado (19/4/22) llegada la hora del descanso, me fui a dormir y después de un primer sueño profundo, me desperté repentinamente. Me descubrí recordando las palabras que Monseñor Fernando –quien fue el secretario del Cardenal Pironio- al visitar por muy pocas horas la comunidad de 9 de Julio, repitió públicamente por dos veces: “El Cardenal Pironio fue para mí un padre y un maestro, y lo sigue siendo todavía”… encendí la luz y al no dormirme lo escribí. En los momentos informales compartidos con él, explicó de qué se trataba esta experiencia. “Me enseñó a amar y ser fiel a la Iglesia” Y ahora me sigue enseñando a amar a la Iglesia y a ser fiel a la misión que el papa Francisco me encomienda; y ya en vela, recordé también el Evangelio de hoy.
El texto del Evangelio proclamado, recoge y conserva, el momento de una noche de pesca de los apóstoles, que podemos pensar o leer considerando estos dos aspectos muy simplemente.
En primer lugar nos remontamos a la pesca ordinaria de la vida de aquellos hombres. Podemos decir que la pesca formaba parte de la identidad más profunda del apóstol Pedro y de algunos de sus compañeros.
Habían nacido junto al lago, allí tenían sus hogares y su familia, la pesca había formado parte de sus vidas, de su trabajo, de la posibilidad de ganar el sustento para sus vidas, fue medio para profundizar los vínculos con los paisanos de Cafarnaún, de largas conversaciones, de horas de momentos gratuitos entre hermanos y amigos, de esfuerzo, de fatiga y cansancio, y en algunos casos de trabajo sin demasiados éxitos.
Esa pesca cambia totalmente de sentido, cuando el Señor llama a cuatro de ellos a dejar las redes y al padre de dos, de ellos, Zebedeo, para convertirlos en pescadores de hombres.
Jesús le dice a Pedro: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres” ya le estaba adelantando la misión que les encomendaría de anunciar la Buena Noticia a todos los pueblos.
A partir de ese momento todo cobra otro sentido. Jesús subirá más de una vez a la barca de Pedro. Jesús le pide subir a ella y apartarse un poco de la orilla porque la gente se amontonaba a su alrededor para escuchar la Palabra de Dios. Invita a Pedro a navegar mar adentro cuando la pesca había sido estéril. En varias ocasiones cruzan a la otra orilla. Jesús navega dormido en esa barca, Jesús se acerca a la barca cuando están navegando en medio del mar con las olas en contra.
Aquella primera pesca se ve recreada ahora por el Señor -por segunda vez, después de la resurrección- volviendo sobre las mismas huellas de aquellos primeros tiempos en que fueron llamados, Otra vez es el Señor, en otro momento de su vida y de la vida de los apóstoles. Jesús no se cansa de acudir al encuentro de sus amigos, y lo hace después de los días duros de la Pasión.
Posó tiernamente su mirada sobre ellos –como hace con nosotros-, levantó la voz con un grito para que lo oigan, y con una voz amigable, tomando la iniciativa….tendió el puente de la comunicación: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?” y haciéndose cercano, para que nos les quede dudas de quien se trataba, sin dar explicaciones, sin necesidad de presentarse y para que ellos pudieran reconocerlo, les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”.
Repito, sin necesidad de palabras como quienes se conocen muy bien, les pide que traiga algunos pescados….
Pesca y comida símbolo de la Eucaristía. Se sientan juntos. Aunque no lo mencionan saben que es el Señor, se alegran de compartir la cena, de tenerlo en medio de ellos, de compartir la eucaristía.
Sabemos sobradamente que la Eucaristía es signo de la presencia del Señor en medio nuestro, actualización del Misterio Pascual de Cristo, Banquete en el que pregustamos anticipadamente de las realidades definitivas, la realidad primera y última de nuestra vida sacerdotal y de todo cristiano.
En segundo lugar quiero destacar que para Pedro, no el apóstol, Pedrito Traveset, la misa fue siempre el centro de su vida.
No podía dejar de celebrar Misa el domingo haciendo una parada –en el penal de Las Tunas, de Trenque Lauquen- en el camino que une la capilla de la Medalla Milagrosa y Beruti. Cuando llegaba a destino después de un largo día de viaje, no se iba a descansar sin celebrar. Le celebraba la Misa a un enfermo, a alguien que estaba sólo, en el campamento con los monaguillos, en un retiro y en toda circunstancia. Doy fe que durante su enfermedad tanto en su casa en San Quirze de Besora y cuando estuvo hospitalizado en Vic y mientras la enfermedad se lo permitió, no dejó de celebrar la Eucaristía.
En concordia con Pedrito, padre, acompañante y maestro, agradezco el don del sacerdocio y que me haya recordado siempre que la Eucaristía hace y edifica a la Iglesia y que Sacerdocio y Eucaristía han nacido juntos.
Con él confieso tal como hizo en su testamento espiritual: Gratitud por la familia, por las comunidades parroquiales en donde hemos ejercido el ministerio, por el Seminario que nos formó, por la diócesis a la que pertenezco.
Intenté e intento amar cada vez más a la Iglesia mi Madre.
Pido perdón a Dios por mis pecados, egoísmos y negligencias para con él y mis hermanos. Por todo lo que esperaron de mí y no correspondí!
Pido el don de una mayor entrega. Decía Pedro y lo repito con él de corazón. “Intenté hasta el momento darme sin medida. Quiero ser todo para todos, pero no siempre lo logro”. Es más, esto lo digo yo, cuando intento, no siempre acierto y me sale en muchas ocasiones mal. Posiblemente a quienes más afecté con mis desaciertos, sea a mis hermanos sacerdotes.
Agradezco a los obispos y sacerdotes que me acompañaron y acompañan.
A Mons. Martín que ha sido y es un padre cercano, a Mons, Ariel por su confianza, por su cuidado y tanto trabajo realizado juntos. A los sacerdotes de la patrulla que hoy están en esta celebración -ya que hicimos coincidir este momento con la pascueta que celebramos anualmente- (día de encuentro fraterno después de la Pascua), Ellos quisieron estar hoy, aquí, y es un gesto bien concreto de comunión afectiva, a los sacerdotes con los que he compartido el ministerio y comparto actualmente (José y Adolfo) a todos los sacerdotes de la diócesis de 9 de Julio y de otros lugares, a los seminaristas, religiosos y religiosas… y de manera muy particular a mis queridos fieles de la parroquia de la Iglesia Catedral, que incluye a los pueblos y a todos los fieles pastoralmente asistidos.
9 de Julio es una comunidad y no solamente me refiero a la eclesial que valora la vocación sacerdotal, una comunidad paciente, cariñosa, y que hace más fácil la misión propia del cura. Gracias!!!
Dios los bendiga y la Virgen los proteja!!!!
Pbro. Guillermo Gómez
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