Viernes 15 de May de 2020
ORACIÓN Y SACRIFICIO, FUNDAMENTOS DE LA RECONTRUCCIÓN
Homilía de Mons. Ariel Torrado Mosconi
En estos días se cierne sobre casi todo el mundo la pandemia del coronavirus. Afecta tanto al cuerpo como al alma, a toda la persona, llenándola de temor y angustia, tentándola de egoísmo y desesperación. Y muchos ya hablan del “día después”, la mayoría con pesimismo y desalentando toda esperanza. Ciertamente se avecinan tiempos difíciles, complejos e inciertos. “El mundo ya no será el mismo” oímos decir y con razón. Precisamente por todo ello, los creyentes, debemos tener una mirada y unas actitudes iluminadas por la fe, sostenidas por la esperanza e impulsadas por el amor fraterno. ¡Esa es la “reacción” cristiana!
Las palabras del profeta Isaías en la primera lectura nos llama a mirar el futuro con esperanza y renovada ilusión. La lectura de Hechos nos recuerda a la primera comunidad cristiana reunida en oración con María. El evangelio de Lucas nos llama a re-descubrir y a poner en práctica lo esencial: actuar según la palabra de Dios, que no es otra cosa que vivir en el amor. En estos tiempos en que se habla tanto de “servicios esenciales”, no olvidemos aquello verdaderamente esencial para la vida: la fe.
Recordemos hoy aquello que es la médula del mensaje de María a los pastorcitos de Fátima: la oración. Ese diálogo amoroso con Dios, la comunicación confiada e íntima de corazón a corazón, que nos ayuda a vivir en su presencia, nos conforta, consuela, alegra, llenándonos de paz, ensancha nuestra alma y dilata nuestro espíritu. Para ese “día después” harán falta una hoja de ruta, liderazgos responsables y consensos básicos, mucha solidaridad y espíritu de sacrificio, una grandeza y compasión muy altas para proteger a los más vulnerables y desfavorecidos. Y, sobre todo, algo fundamental e imprescindible: un alma, una mística, una espiritualidad que inspire, oriente y sostenga a las personas para que sean protagonistas auténticos de la recomposición y la reconstrucción del tejido social de esta “aldea global” hoy tan herida y decaída. En todo esto, los cristianos “expertos en oración y comunión” tenemos mucho por hacer.
Queridos hijos, hermanos, fieles todos de la Iglesia que peregrina en la diócesis de Nueve de Julio: en el día de nuestra patrona la santísima Virgen de Fátima, los llamo y convoco a ser agentes y artesanos de esta gran tarea de recomposición y reconstrucción que tenemos por delante en casi todos los ámbitos. Levantemos la mirada con perspectiva de eternidad, renovando la esperanza y superando toda mezquindad. Lo peor que nos puede pasar en estos momentos sería encerrarnos y obsesionarnos por las pequeñeces de la existencia. Para estar a la altura de los tiempos necesitaremos sacrificio, otra de las grandes enseñanzas de Fátima, con grandes dosis de austeridad, servicio, compasión y generosidad. Todo esto se va logrando con una espiritualidad que ilumina, conforta y sostiene la existencia toda. Y el espíritu se nutre de la oración, según nos enseña Nuestra Señora en Fátima, especialmente del santo rosario.
Contemplemos a María en el Cenáculo, dócil al Espíritu y atenta a la Palabra. Oigamos una vez más su pedido en Fátima: oración y penitencia. Y comprometámonos a ser mensajeros de esperanza y de la paz. Así sea.
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