Lunes 10 de Abril de 2017
El catolicismo celebró ayer el Domingo de Ramos
Como nuestro medio lo anticipara, comenzando la Semana Santa, ayer, domingo 9 de abril, tuvo lugar la solemne Bendición de los Ramos en la Iglesia Catedral, donde posteriormente se celebró la Santa Misa.
En esta fecha del Domingo de Ramos, se hace memoria de la entrada festiva de Jesús en la Ciudad Santa, Jerusalén, con las aclamaciones y cantos del pueblo, llevando en sus manos palmas y ramos de olivo.
La misión de Jesús es traernos la salvación de Dios, haciéndonos conocer el amor del Padre e invitándonos a seguirlo como discípulos suyos. Por eso, acompañamos su entrada en el templo, que representa a Jerusalén, este templo donde los cristianos son bautizados y participan de la asamblea litúrgica para recibir la Eucaristía, su Cuerpo y Sangre gloriosos.
La lectura del relato de la Pasión de Jesús, que se hace en la Misa, nos indica que el Señor dio su vida por nosotros, y nos muestra que no siempre somos consecuentes con nuestras promesas, como quienes un día lo aclaman y poco después lo condenan a la Cruz.
Es tiempo de reparación por nuestras faltas, de reconciliación sacramental por la Confesión, de reflexión sobre el rumbo de nuestra vida, de generosidad en la caridad y la limosna.
CONCEPTOS DEL OBISPO DIOCESANO, ARIEL TORRADO MOSCONI
“Esta celebración, como nuestra vida, tiene un tono a la vez de gozo y de tristeza, de fiesta y de penitencia. Celebrar el domingo de ramos es comprometernos a seguir los pasos de Jesús. Nosotros que hemos elevado nuestros ramos para aclamar a Cristo como nuestro rey nos hemos comprometido a seguir sus pasos hasta la cruz. En efecto, Jesús entraba a Jerusalén sabiendo que allí lo esperaba la condena, la pasión, la cruz y la muerte.
Los que llevamos el olivo y lo ponemos en el crucifijo de nuestra casa también debemos recordar que seguir a Jesús implica muchas veces aceptar la realidad del sufrimiento sabiendo que es a través de las realidades dolorosas del fracaso, la soledad, la enfermedad, la incomprensión y tantas otras realidades dolorosas que alcanzaremos la gloria de la resurrección.
Por ello este olivo, lejos de ser una especie de “amuleto de la buena suerte”, es lo que da sentido a nuestro dolor y sufrimiento.
Es también ocasión para saber contemplar y acompañar en el dolor a tantos hermanos que sufren, a los “otros cristos” que encontramos en el camino. No los dejemos solos, debemos como Simón de Cirene, ayudarlos a cargar con su cruz, esa cruz de la pobreza, de la falta de trabajo, de la injusticia y de tantas otras formas de sufrimiento.
Hoy queremos hacer memoria de Juan Pablo II quién hace 30 años presidía el Domingo de Ramos en nuestra patria, en ocasión de la jornada mundial de la juventud, él nos enseñó mucho con su doctrina, pero especialmente con su ejemplo de abrazar la cruz de la enfermedad y la vejez con espíritu de fe y entrega hasta el final.
Le pedimos a Juan Pablo II que interceda por la paz en el mundo a aquél que lo aclamábamos en su llegada a la Argentina como mensajero de la paz, y especialmente que interceda por sus predilectos los jóvenes, y en especial por los que están amenazados por las adicciones al alcohol y las drogas, por aquellos que han perdido la esperanza y sienten que no tienen oportunidades en la vida y por todos los que se sienten lejos de Dios y huérfanos de amor para que puedan encontrar el camino de la verdadera alegría y de la esperanza que no defrauda”.
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