Sábado 26 de Marzo de 2016
Con distintas ceremonias religiosas, la feligresía católica conmemora la Semana Santa, confluyendo el día domingo en la celebración de la Pascua de Resurrección.
El Obispo realiza el tradicional lavado de pies en el Jueves Santo
Fieles presentes en el oficio religioso realizado en Iglesia Catedral.
El mundo conmemora la pasión y muerte de Cristo.
El día jueves, en la Iglesia Catedral “Santo Domingo de Guzmán”, el Obispo Diocesano, Ariel Torrado Mosconi, presidió la tradicional ceremonia del lavado de pies; en tanto que ayer viernes se desarrolló el Vía Crucis en Bicicleta por las calles de la ciudad y por la noche el tradicional Vía Crucis en el paseo del mismo nombre erigido a la margen del acceso Presidente Perón.
REFLEXIONES DEL OBISPO DIOCESANO EN EL VIERNES SANTO
Nos disponemos hoy a acompañar los pasos de Jesús hacia la cruz. Según la tradición a las nueve de la mañana comenzó el vía crucis, a las doce fue crucificado, y tras largas horas de sufrimiento, murió hacia las tres de la tarde.
El Señor emprende el camino con decisión, tras el combate espiritual en el Huerto de los Olivos. Tendrá que enfrentar la traición de uno de los suyos, el miedo y el abandono de otros de sus amigos. Le tocará soportar la condena injusta de los hombres religiosos de esa época y la indiferencia política de los poderosos de aquel tiempo. Será calumniado y difamado. Los soldados lo flagelaran hasta dejarlo medio muerto, se burlarán de él poniéndole una corona de punzantes espinas y un trapo rojo sobre sus hombros llagados.
La gente, que hasta hace poco lo aclamaba por las calles, ahora lo insultará, le arrojará piedras y pedirá su muerte vociferando cruelmente ¡crucifícalo! Luego de ser condenado, le pondrán el pesado madero sobre sus hombros y deberá atravesar las calles de Jerusalén y subir hacia el Calvario en medio de insultos y desprecios.
En ese recorrido, hoy como ayer, algunos mirarán indiferentes, otros lo harán con odio y desprecio. Algunos otros, como el Cireneo y los que fueron crucificados con él, lo acompañarán por el camino de la cruz a la fuerza, porque no les queda otra.
Sólo María Santísima y el discípulo amado lo seguirán con amor, fidelidad y verdadera compasión. Pidamos a nuestra Madre que nos de sus mismos sentimientos para seguir a su Hijo por el camino de la Cruz, para que este día de gracia sea fuente de bendición y paz para cada uno de nosotros.