Miércoles 1 de Abril de 2015
Invitación del Obispado de Nueve de Julio.
Con la celebración de este día, Jueves Santo, entramos en el centro mismo del Misterio Pascual: el amor de Dios por los hombres, la llamada dirigida a su corazón, con misericordia y comprensión de Padre, se muestra en la entrega de Jesús, su Hijo enviado para salvarnos. Con el gesto humilde, consolador, del lavado de los pies a sus discípulos, les enseña que su misión es la de reconciliar, aliviar, acompañar, y que ellos, los apóstoles y sus sucesores hasta el fin de los tiempos y en todo el mundo, tienen que ejercer ese servicio, especialmente con los más pobres, humildes, afligidos, necesitados.
Y en esa Cena que comparte con ellos, que es humanamente una despedida, antes de la separación causada por la entrega inminente de su vida, los conforta con la esperanza del reencuentro, con el triunfo sobre la muerte, con el mandamiento de la caridad expresada en la Eucaristía, con la comunión de la fraternidad consolidada por el invencible cimiento de la presencia de Cristo mismo junto a su Iglesia, como Pastor espiritual, alimento inefable, modelo de vida.
Para el cristiano, la celebración del Jueves Santo es en verdad una reunión de familia, con el Señor Jesús y sus apóstoles, con los hermanos que hoy forman con nosotros la comunidad, y con la asistencia invisible pero cercana y gozosa de los santos de todos los tiempos, nuestros padres y maestros en la fe.
Después, quedamos en el silencio, para acompañar a Jesús, con nuestra participación humilde en su Pasión, mirando nuestra conciencia y buscando reparar nuestras faltas, para asemejarnos al Hijos de Dios, que es el verdadero Maestro. También es una oportunidad para la reconciliación con el sacramento del Perdón.
La liturgia – con la Eucaristía como centro, en el día en que fue instituida por Jesús en la Última Cena, el elocuente gesto del lavado de los pies a quienes representan a toda la humanidad, llamada a formar parte del Pueblo de Dios, y finalmente la adoración comunitaria y silenciosa de la presencia divina en el sacramento eucarístico – la liturgia del Jueves Santo, decimos, es una ocasión imperdible, donde se congregan los discípulos de Cristo.