Sábado 4 de Enero de 2014
Por Guillermo Blanco
Desde lo alto una bandera cuelga orgullosa en el decorado salón donde impera el blanco y azul oscuro. Los mismos tonos que eligieron en el ‘23 aquellos visionarios nuevejulienses que fundaron el club que esta noche junta 400 personas para evocarlo. Es un buen momento para la reflexión, entre abrazo y abrazo, para tratar de ir al meollo de la vida misma y darle rienda suelta a la identidad, el barrio y la camiseta.
Ahí anda Cecconato. Ayer pibe petitero que heredó el apodo del exjugador de Independiente que anduvo jugando ahí cerca, en Defensores de la Boca, y le tapó su verdadero nombre para siempre. El Roberto Buffoni entonces quedó para la chapa de médico que hoy luce en Buenos Aires, y que se ha arrimado como tantos otros para compartir el festejo.
Justo hace un año del regreso de Italia del naonense Walter Daffara, quien enseguida fue olfateado por la joven dirigencia lagunera comandada por el pujante Rubén Fernández, quien junto a otros liberteños trata de maniobrar en la tormenta para sacar al club de turbulencias pasadas. Entre otras decisiones estuvo la de proponerle a Daffara trabajar con chiquitos, y la obra ya está en plena construcción. Walter cuenta que se lo ha tomado muy en serio, y con algunos ayudantes hasta les dan merienda a chicos que lo necesitan tanto o más que la pelota. Y van a supermercados donde les dejan las galletitas rotas que no se venderán, que ellos traen al club para los chicos, a los que llevarán a casa al atardecer. Solidaridad, se le llama, y que tanto se necesita.
Esta noche del último sábado de 2013 se enorgullece con los ojos húmedos de parientes de los fundadores que reciben un pergamino, y con el presente a los campeones del ‘78 que con 35 años más ya no son reconocidos como cuando entraban a la vieja cancha rodeada por alambres tan gruesos como los sueños. Todo eso está flotando hoy bajo la bandera desde donde parece mirar Vicente Cusatti, aquel delantero que después de jugar en Libertad sería campeón del ´34 y ´35 con Boca Juniors. Y cuántos más, desde su lugar de dirigente, como Tito Isturiz y tantos otros, o el viejo Pastori, padre de Raúl, abuelo de los hermanos que hoy siguen la huella con la preparación física. Y si nombramos a los Pastori se viene el Pastorino, con Maritín y Zulma firmes a la mesa con otras tantas laguneras. Y si decimos lagunera damos vuelta la cabeza para mirar hacia ese escenario donde Canusso toca la batería y Toto Arcucci y demás integrantes de Laguneros suenan cada vez mejor, y abajo el equipo femenino de fútbol da lugar a la estética que se dibuja entre las sombras con sus movimientos acompasados y llama a la imaginación...
Todo es recuerdo, todo es amistad. Y el espectáculo va más hacia arriba aún con el juego de telas y acrobacias, y bailes, y Roberto Videla y el Bocha Farías cantando y dando cátedra entre las mesas con Tango Dos acompañando con la solvencia habitual. La noche no quiere terminar, y está bueno. Se transforma en un mensaje claro y preciso para quien quiera tomarlo. Es como si un coro que viene desde el fondo de la historia cantara algo así como que continúen el camino, que no dejen pasar más tiempo, que cada lagunero se acerque al club, que aporte ideas, presencia, lo que sea, en beneficio de una institución que tanto lo necesita.