TELMA TIENE 96 AÑOS Y AYUDA A CONFECCIONAR BARBIJOS
Una abuela nuevejuliense y su historia recorren los medios del país
Telma Borrone vive en la ciudad de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires. Hace poco su imagen se viralizó cuando su vecina-amiga-hada madrina-madre adoptiva, Roxana, la mostraba confeccionando barbijos para hacerle frente a la pandemia. Pero detrás de esa conmovedora imagen hay una historia de vida, un hilo conductor que concluye en sabiduría: Telmita, como la conocen sus vecinos, tiene 96 años y, aunque ya no camina, posee una fuerza arrolladora que empuja e ilumina a quienes la rodean. Menuda, chiquita, su cuerpo ya no le brinda el apoyo de sus años mozos, pero su mente y su energía parecen no haber perdido vigor.
¿Será tal vez por haber transitado una vida plena de bonanzas, comodidades y cuidados? Todo lo contrario: Telma nació en La Niña, un paraje de escasos habitantes de la provincia de Buenos Aires, donde pasó privaciones, soledades y sueños no cumplidos. De muy niña tuvo que trabajar en el campo cuidando chanchos, vacas y gallinas. También cuidó primos y vecinos, alternando con la dura labor del campo que, lejos de debilitarla, le fue dando fuerzas y cualidades especiales que la convertirían en la hermosa persona que es hoy.
El destino hizo que se casara muy joven y la vida la cambia de escenario. Esta vez el arduo trabajo lo realiza junto a su esposo en un pequeño campo que poseen. Vuelca en su único hijo todos sus cuidados y esperanzas, hasta que la enfermedad de su esposo les impide seguir en el campo y se van a vivir a 9 de Julio, en ese entonces un pueblo con muchas ganas de convertirse en ciudad.
Y allí, como en los cuentos de hadas, entra en escena Roxana Grimaldi. Una pequeña de 8 años que llegaba al pueblo desde la gran ciudad y en su mirada ya se perfilaba otro «ser especial». Telmita fue la primera persona que ella ve: «una señora super amorosa que vivía en un ranchito de barro, llena de misterios para mis asombrados 8 años», recuerda.
«Nos hicimos muy amigas, ella llenó mi infancia de caramelos y galletitas que ella misma cocinaba, además de mucha ropita para mis muñecas, tejidas al crochet», dice.
Corría el año 1957 y la vida pasó como en un sueño: Telma enviudó, Roxana se casó, tuvo dos hijos, la amistad se fortalecía en cada gesto de amor, en cada mandado, en cada encuentro celebrado con mates y galletas caseras.
Hasta que nuevamente la vida arrasa con todo: en abril de 2019 Telma sufre una descompensación y el mundo se derrumba para las dos. “Lo peor que me pudo pasar es verla caer…, ya no era físicamente la misma. Y desde ese día no nos separamos más. Yo vivo pegado a su casita pero no quería que estuviera sola, así que con mi esposo le hicimos una pieza y bañito y me la traje. Ahora somos cinco, ella es como una abuela para mis hijos adolescentes porque los vio nacer y repitió con ellos la historia de caramelos, galletitas y vestiditos para las muñecas de mi hija Nerina que hoy tiene 15 años”.
Roxana es auxiliar veterinaria y trabaja en la municipalidad de 9 de Julio en el área de castraciones caninas. Telma queda al cuidado de dos señoras que se turnan hasta que Roxana regresa.
BARBIJOS SOLIDARIOS
También los barbijos tienen su historia: Son confeccionados para refuerzo del hospital zonal. No están ni probados ni aprobados, pero son confeccionados para reforzar los que si están, en caso que hagan falta y no alcancen los insumos. Hay un ejército de mujeres voluntarias cociendo en la ciudad, con un mecanismo digno de imitar: se les provee las indicaciones y el material. Luego son entregados, esterilizados y guardados para el caso que hagan falta. Hay empresas que donaron rollos enteros de friselina y ya hay toneladas de barbijos elaborados. Organización, voluntad y solidaridad para colaborar con la crisis sanitaria
Roxana comparte todo con Telma. Es por eso que ella sabe lo que está pasando con la pandemia y quiso colaborar en la confección de barbijos. Para esto, Roxana la levanta de su camita de a ratos y ella, en cada puntada, en cada pliegue del barbijo, va dejando ese inconmesurable amor por la vida que acumuló durante 96 años.
Y con la sabiduría que el sufrimiento, el esfuerzo y las alegrías que la vida le dio, sueña, se ilusiona con el momento en que todo pasará y quiere ordenar una misa en acción de gracias para agradecer. «Y si yo ya no estoy, pedila vos, Roxana…»