Sábado 15 de Julio de 2017

“LA SUBASTA” CIERRA SUS PUERTAS Y DEFINIRÁ NUEVOS RUMBOS

El adiós a la fisonomía de una esquina testigo de nuestras vidas

En esta semana fría y gris de julio, una noticia impactó más que el clima en los corazones de varias generaciones de nuevejulienses.

“La Subasta”, el lugar de encuentro más emblemático de la ciudad, que bien podría disputarse tal rol con Plaza Belgrano como “El Día” y “La Noche” en la publicidad de Fernet Branca -en una comparación muy ajustada a la cuestión-, cerrará sus puertas próximamente para emprender nuevos rumbos, por el momento inciertos y desconocidos.

El rumor corrió rápidamente de boca en boca y lamentablemente confirmó su veracidad inmediatamente. Si bien es cierto que en esta vida todos es cíclico; hasta nosotros mismos, claro; no podemos dejar de sorprendernos ante la circunstancia que deja “al desamparo” a muchos nuevejulienses     que, en distintas épocas y circunstancias, pasaron por allí.

Desde mediados de la década de 1980, la esquina de La Rioja y Robbio es sinónimo de amigos, pero también de noche, encuentros, risas, amores, desamores, tiempo perdido, tiempo ganado, ocio, distracción, fútbol, rock, música polémicas de todo abanico de temas; pero fundamentalmente marca indeleble de recuerdo hacia quienes tuvieron, como tantos de nosotros, el carnet de vitalicios y se fueron un poco antes de gira por otros bares y otras largas charlas.

Desde aquellos años hasta hoy, los distintos cambios, renovaciones y modificaciones del lugar -incluso la más marcada, su ampliación con la actual estructura dada en el año 2000-, no pudieron alterar su esencia: una enigmática magia que supo sobreponerse a modas o rutinas propias de un pueblo chico.

Es que “La Subasta” es imposible de no querer. Es parte de nuestra vida. La veíamos de chicos, como aquel chiquilín que miraba de afuera “El Cafetín de Buenos Aires”.

Pasábamos por allí en bici a la vuelta de la escuela y ya soñábamos con estar acodados a la barra, como los primeros parroquianos de esos tiempos; llegamos a ser una suerte de “inferiores” de ese club de amigos, en unas primeras apariciones en el lugar con cierta vergüenza; luego los dejamos un tanto de lado, como a las madrugadas y dimos lugar a las noches más cortas con nuestras parejas; y hoy, ya en otra etapa, vamos con nuestros hijos en busca de una hamburguesa.

Se entremezclan entre los recuerdos propios los muchos comunes que todo nuevejuliense guarda en algún rincón de su corazón, de este lugar tan caro a los sentimientos. Aparecen en un rápido haz de luces y sombras, como un precario cortometraje en blanco y negro, las figuras del querido “Mono”, tan icónico como permanente animador de sus noches con música y anécdotas; el mismo “Toto”, a quien afortunadamente cruzamos en cualquier plaza disfrutando de tan merecido descanso después de habernos atendido siempre con algo que nos dibujaba una sonrisa; los pasos obligados en la vuelta olímpica de nuestro equipo por el lugar, y por supuesto Carlos y los suyos, siempre atentos y cordiales en cada encuentro.

Se va lamentablemente con “La Subasta”, o al menos con su actual fisonomía, porque aún no está definido su destino, un pedazo grande nuestras vidas. Creímos, todos los que ya empezamos a sentir su ausencia, que con “Bruma´s”, “Tobruk”, “Wana”, “Chakers” y tantos otros era suficiente, pero no, parece que no…

Parece que todo sigue avanzando y que lamentablemente, pese a las falsas ilusiones que solemos crearnos, nada es para siempre.

La vieja esquina pronto no tendrá su fisonomía ni su cartel, el mismo que ya conocemos de memoria desde hace varias décadas pero no podemos dejar de mirar cada vez que pasamos por ahí, recordando el viejo bazar y cada una de las etapas del bar.

Sin embargo, en su cielo, tanto como en el rincón más preciado de nuestra memoria, ya comienzan a flotar las noches y los días felices, las sonrisas y las tontas discusiones con amigos, sus consuelos ante el amor perdido, la felicidad de hallar con quien compartir nuestros días, la sonrisa de nuestros hijos junto a las nuestras en un jueguito electrónico o una mesa de pool ubicada en el mismo lugar donde transcurrían las escenas anteriores.

Pasará todo, rápido, como la vida, como las lindas cosas, pero a la vez perdurará por siempre.

Salud, “La Subasta”, gracias por siempre, este último sorbo va por vos y por el futuro.

Pablo Martorell.
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