Martes 3 de Septiembre de 2013
Por Guillermo Blanco.
Derechita y con esas raíces firmes surgidas de las profundidades de la pampa húmeda bonaerense, Lucrecia Longarini muestra su tronco erguido sobre el escenario Mercedes Sosa de La Peña del Colorado. El lugar del porteño barrio de Palermo está repleto. El ruido a cubiertos y a diálogos entreverados de pronto da lugar a un silencio en subida, justo en el momento que la cantora arranca y su voz y su presencia lo absorben todo. Hasta "Machi" Falu el sobrino de Eduardo Falú por allá, y la figura desgarbada de César Menotti cuatro mesas más acá, perciben que la propuesta viene en serio.
Es como un viaje por Latinoamérica a través del canto, algo que Lucrecia fue eligiendo como repertorio y como modo asumir su razón de ser en el camino de la música popular. Y todo esto avalado por la amansadora de ir al meollo de la cuestión, como golpear la puerta de la panadería de Juan Riera en el norte argentino, hasta descubrir las entrañas subcontinentales actuando y caminando por Ecuador y Colombia, desde donde acaba de regresar.
Este sábado porteño entre tantas propuestas musicales tiene ésta, lejos de las grandes promociones, pero grata, seria y muy estética aunque el escenario pueda estar un poco más peinado. Pero el recorrido por la música regional argentina y latinoamericana junto a la exquisita guitarra de Manuel Navarro y a la precisa percusión de Ariel Sánchez hacen olvidar cualquier tema colateral. Y esta referente de Dudignac, partido de la bonaerense 9 de Julio, muestra en forma ascendente su consolidación. Es que ya dejó de ser promesa para ser parte singular de un ramo de mujeres que avanzan y empujan sabiendo que su pretendido camino de rosas deberá subir entre espinas.
Armando Tejada Gómez, el recientemente fallecido Eduardo Falú, Jaime Dávalos, y ese ícono del Perú llamado Chabuca Granda ("guardo una foto con ella en el living de mi casa" diría un Menotti que hasta tarareó varios temas junto al profesor Fernando Signorini), fueron algunos de los autores que Lucrecia interpretó con alma y vida, en una noche que contó con esos dos elementos sustanciales de la existencia.