Lunes 27 de Marzo de 2017
“Cachinga” Brunet, prócer de French
Por Guillermo Blanco.
Recuerdo
El escriba junto al recordado “Cachinga” en uno de tantos encuentros frencheros.
Estaba todo previsto, pero Cachinga había sido un fenómeno anticipando como marcador de punta en sus tiempos mozos y entonces la estrategia de sus amigos para que la fiesta de los 80 años del martes a la noche se mantuviera en secreto fue en vano. Por esa intuición de zaino viejo, se enteró. Vaya uno a saber cómo, pero se hizo el gil.
Tal vez por eso la disfrutó oculto desde un costado cuando empezaron a caer como en procesión más de cien adictos a la amistad con su plato, cubiertos y corazón, a ese club French abierto de par en par con su salón ancho y profundo, sus paredes impecables y sus mesas invitando al brindis, al pollo y al lechón con el puré orgullo del lugar.
Y allá, bajo una gorra visera que no se sacaría en toda la noche, el agasajado. Sin pañuelo que alcanzara para frenar tanta lágrima sentida, ni brazos para encerrar tanto cariño. Y algodonales sobre las cabezas de los caciques del pueblo.
Y gente de varias generaciones que se han sumado para demostrarle a Cachinga todo lo que aprendieron a quererlo.
“Es demasiado, es demasiado”, no se cansa de repetir bajo su camiseta de French con su nombre en la espalda (alguna vez también vistió la de San Martín), antes de entonar unos tangos al estilo Goyeneche junto a Roberto Videla, la guitarra de Horacio Lozano y el fuelle de Tito Utello, en forma tan impecable como aquellas subidas por los costados. “Demasiado” es lo vivido desde aquellos días del ‘55 cuando traído por el coche del amigo Pedro y con Carlos Anessi como guía, encaró el acceso todavía de tierra y se preguntó: “¿Dónde carajo me trajeron?. ¡Ahora salen los indios y me ensartan con una lanza!”.
Cachinga venía de Ramos Mejía junto a otros foráneos de Villa Sarmiento. Había nacido el 24 de marzo de 1930 en Santa Fe y por acá lo esperaba una nueva vida, sin saberlo. Como tirado hacia abajo por una fuerza espiritual, en French echó raíz y palenqueó su vida. Los demás, sabrá Dios. El Ruso, el Pelado, Toledano y el Toni. Su instinto de supervivencia, ese que lo hizo pescador de ranas con sus propias manos, experto con el taco de billar, pelotari que como tal llegó a conocer al Manco de Teodelina, o en cuanta actividad se desempeñara…
Pero tanta habilidad hizo que se confiara demasiado y zas… un día ese gavilán que le había gambeteado tanto al amor, tropezó con la Negrita Falco y aprendió a susurrarle un te quiero distinto a esa codiciada maestra de grado que lo había flechado con sus ojos negros y su guardapolvos blanco. Y fue para siempre.
“Ja ja”, recuerda ahora. “Yo la quería tanto, como la sigo queriendo ahora, a ella, a mis dos hijas… Si hasta acepté bautizarme porque mi suegra no nos dejaba estar un ratito solos. Y bueno, entré a la iglesia como a los treinta años, el cura me mojó la frente y después sí, me abrieron la tranquera y pude casarme, que era lo que ansiaba…”.
Por ahí andan compañeros y adversarios de sus tiempos mozos. Siempre el deporte uniendo, nunca separando.
Aquel arquero pintón que fue Bocha Zapatiello; el exquisito Patón Vaudagna; el honorable juez Anibal Ramos; ese hermano del alma que es Cacho Trombetta; el siempre sonriente Ismael Alvarez; el mayor centrodelantero que ha dado 9 de Julio y se llama Rabito Andrada; el Señor Luis Piñeiro con una historia parecida a la de Cachinga que alguna vez habrá que contar; el presidente Eduardo Robles y su hermano el Topo; y ese ídolo mayor que es el Chueco Zunino. Y Fito Rodríguez, y Miguel Fernández, y Walter y los demás Valinotti; y Otonello vestido de periodista, y el Bicho Figueroa, y el Pato Asenjo yendo de acá para allá; y el Loco Pavone que se va a dormir porque mañana hay cosecha; y tantos otros que la memoria y ese común amigo alemán llamado Alzheimer nos han hecho olvidar…
“Cachinga, hoy cumplís 80 y te deseo lo mejor, merecés ser muy feliz como tu madrina algo mayor que vos. Te doy la bienvenida al grupo de los ochentosos de nuestro querido club”, le ha escrito Tota en su nombre y el de Paulo, ambos sus padrinos. “Siempre sentí admiración por vos, por el crack que habías sido dentro de la cancha y por la excelente persona que sos fuera de ella”, lo hace lagrimear el Gallego Asenjo, primero al leerle estas líneas enviadas por el ex compañero Fabián Laponte, y después al proponerle escuchar, con música de La Oma y voz del Pelado Alonso, unos versos con la horma exacta: “Cachinga es feliz con poco/ digamos que es mejor con nada/ le basta con las honradez/ que sostiene en su mirada… “. Y empujados por el vino y la alegría, entonan todos.
Y hasta hay tiempo para que alguien le envíe un cuento alegórico escrito por un supuesto alumno escolar llamado Fabio Fantini y cuya trama habla de un “prócer” deportista, lo que provoca la pregunta de la maestra: “Todo lo que contaste es muy bello, pero no entiendo por qué al pedir hablar de próceres me hablaste de un deportista. Y el niño, muy convencido de su relato, le dice que según el diccionario prócer es aquel que durante su vida fue ejemplo dejando cosas que los niños recordaremos siempre, prócer es aquel en quien todos quieren verse reflejados en el espejo de la vida, prócer es aquel del cual todos esperan su consejo y nosotros, gracias a Dios señorita, lo tenemos en French. La maestra, emocionada, hace sentar al niño y se da cuenta de que no le ha preguntado el nombre de quién estaba hablando. Entonces el niño orgulloso se para y dice…Mire… creo que en su documento se lee Oscar Brunett, pero nosotros simplemente lo conocemos por ¡Cachinga!”.
Y con música de La Oma se va la noche de este naciente miércoles 24 de marzo antes de que la memoria siga apostando por la vida junto a ese sol que viene desde el oeste… Hay que darle una guitarra/ al comer algún asado/ anécdotas contará/ por amigos abrazados./ Bochas, naipes o paleta/ cruzar el corral de Palos/ una caña de pescaaaar/ y una pelota de trapo…/ Cachinga es feliz con poco/ digamos que es mejor…
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