Lunes 4 de Agosto de 2014

Homenaje a un nuevejuliense olvidado

Francisco Luis Llano, periodista. Empezó en El Orden en los años ´30, trabajó en el legendario Crítica de Botana y fundó Clarín. Por GUILLERMO BLANCO.

Qué tema el de la memoria colectiva. Hace dos años a un par de concejales recogieron el guante  tirado por el inolvidable Pichón De Rissio y me nombraron “Ciudadano distinguido”. Supe que en los prolegómenos alguna integrante de tan privilegiado sector se preguntaba quién era el propuesto para semejante reconocimiento, y al menos desde su ignorancia histórica tuvo la virtud de querer saber antes de avalar o no la propuesta.

Le habrán dicho que se trataba de alguien nacido aquí, como ella, que respiró y transitó las mismas calles, que olió las mismas naranjas amargas de la plaza Belgrano, de las andanzas juveniles y que después llevó como pudo el nombre de 9 de Julio en su mochila volando lejos. Votó por el sí, aunque mientras se realizó el acto dicen que andaba trotando por el parque San Martín junto a otro colega afín. Pero como hay tantas chicanas en estos ámbitos, dejémoslo ahí porque el tema central es otro.

No tendría que hacer falta anécdota ssimilares para saber de otros. Hace poco estuve en una cena con amigos, donde  volví a preguntar: Alguien sabe de un nuevejuliense que se llamó Francisco Llano? Respuesta negativa total, en jóvenes y, lo más  preocupante, veteranos que han pasado su vida a la vera de la plaza Belgrano. Alguno pudo relacionar aquel apellido de oído nomás-, con el Llanitos guitarrista, que vivía por la Vedia pasando Río Negro y que emigró a Pehuajó, pero siempre tuve que aclarar que éste es con ese final y el otro con o.

Francisco Llano fue periodista. Un día viajó a Buenos Aires a rendir como libre el secundario en el colegio Mariano Moreno, de Almagro,  ya que aquí no había colegio, ni siquiera incorporado,como ocurriría poco después con la fundación del  Cavallari.  Allí, como él propio Llano contaría a la vuelta de su vida en su libro ”La aventura del periodismo”, se encontró con un médico conocido de 9 de Julio que paraba en el hotel Castelar, de la avenida de Mayo, donde solían pernoctar profesionales del interior. Y así fue como empezó el vuelo, buscando trabajo para poder quedarse: “Lo que jamás se me había ocurrido -pese a que escribía algunasglosas estudiantiles en”El Orden” de mi 9 de Julio, de los hermanos Ambrosio y Eusebio Martínez-, era que podía ganarme la vida en la Capital como periodista”.

Y contó que aquel  día de 1930 le palmeó la espalda su coterráneo el doctor Juan Bernardo Ormaechea, “médico y político conservador, rico por herencia y porno cobrarle a la mayoría de sus pacientes” (de cualquier divisa partidaria) y que en vez de sacar provecho de su posición, dejó todo por ella: campos, hacienda, dinero y trabajo”. Llano (al tiempo “Llanito”, por su simpleza, como sus compañeros Traba y Caña fueron “Trabita” y “Cañita”) de pronto por recomendación de Ormaechea llegó a la cima de las posibilidades, nada menos que a los ayudantes director de Natalio Botana, fundador del mítico vespertino Crítica. (Lo que estará aprendiendo aquella concejal del comienzo de esta historia!!!).

Y el pibe desconocido de 9 de Julio hizo sus primeros  palotes allí, conoció a legendarios personajes de la noche porteña, en la que se mezclaban literatos, periodistas gente de la cultura tangueros, burreros y demás. Acá van algunos, los escritores Roberto Arlt, Conrado Nalé Roxlo. Raúl González Tuñón (por entonces tratándose una afección pulmonar terminal en Córdoba) y José Portogalo, y el crítico Guido Merico, también con una profunda historia nuevejuliense gracias al matrimonio con quien fuera profesora de tantas generaciones.

Muchísimos nombres referenciales de aquella época fueron conocidos por Francisco Llano, como Hugo Marini, periodista deportivo que apodó “Ciclón” a San Lorenzo, “El Fortín” a Vélez, “Millonarios” a River, a Platense “Calamares” y a Bernabé Ferreyra “El mortero de Rufino”. Y el especialista de automovilismo era el respetado Pedro Fiore.  Sirve para enmarcar la época en la que creció Llanito, quien en 1946 fue contratado como  secretario general del naciente diario Clarín, e incluso fue quien le dio el primer ejemplar a su dueño, Roberto Noble (con grandes extensiones de campo cerca de Quiroga), que lanzó una rotativa de “Noticias Gráficas”.

Allí este nuevejuliense olvidado se asentó en el oficio, fue sumando argumentos para escribir sus memorias, hasta que un día emigró a Montevideo donde  ya había estado un breve tiempo post Crítica para fundar el diario oriental “La Razón”.

Y siguió alimentando su vida como solo los periodistas genuinos de entonces, dejándolo todo, tratando de informar a los demás y siendo parte dela vida del anónimo lector, que es mucho más que eso. Hasta que  un día se acabara la tinta de la inolvidable máquina de escribir Lexikon 80 y el olvido lo invadiera todo, como ocurrió con Francisco Luis Llamo, quien en el 70 regresó a Clarín pero como dice la frase de un inglés también olvidado, “no es recomendable volver adonde  uno fue feliz”.

Y tras una medalla que le diera la directora, Ernestina Herrera de Noble, que quién sabe dónde estará, la luz de su vela se fue apagando, como decía la letra de El Corralero, “cual se apaga un pucho, solo, sin mirar”.

Pd: No lo conocí, Llanito, pero me hubiera gustado encontrarlo antes de su fin acaso en el bar del Piro y el Hugo, en la esquina de La Rioja y Río Uruguay, para rescatar más de su historia y volcarla aquí, viejo colega.


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