Lunes 10 de Agosto de 2020

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El diálogo es una construcción

“Venimos a buscar coincidencias, no diferencias” Con esas simples palabras Lacalle Pou, presidente uruguayo, salía de su reunión con el ex presidente Tabaré Vázquez, y generaba sorpresa y admiración en nuestro país.

Sin embargo, unos días después el gobierno logró reestructurar la deuda y unánimemente la oposición salió a respaldarlo.  Ese apoyo al acuerdo por la deuda, como primer paso para salir de la crisis, debería llevarnos a un acuerdo más amplio donde se establezca la necesidad de erradicar a la causa de esa deuda: el deficit.

Sin embargo, vemos al gobierno en su inacabado camino de demagogia, plantear el acuerdo como un hito, responsabilizando únicamente al gobierno de cambiemos.

Tal vez sea consecuencia de que en nuestro país la valoración de la realidad está en permanente tela de juicio, con el objetivo de siempre querer imponer un relato para infundirle verdad a las mentiras. Por eso, nos sorprende la frase de Lacalle Pou.

Debemos aceptar que el conflicto es un elemento esencial de la democracia, las diferentes opiniones, la discusión, son la base de las batallas de opinión. En una democracia nada es más sano que un fuerte clima de debate.

Pero ese conflicto no es más que una parte del camino para lograr el objetivo del consenso, porque esos grandes consensos justamente son los que generan legitimidad. La grieta existe en las mejores democracias, pero se diluye en los parlamentos. Las buenas ideas siempre se benefician con la critica, por eso es inconcebible que todos los programas y proyectos del gobierno dejen fuera de la discusión a la oposición, “la mesa del hambre”, la “negociación de la deuda”, el “comité de expertos” del Covid, el comité para “reformar la justicia”, en ningún caso la oposición ha tenido representación. El objetivo ha sido doblegar la voluntad de un sector político que representa al 41% de los electores.

Esto nos muestra que no tienen voluntad de resolver los conflictos mediante la discusión, porque el populismo detesta las representaciones políticas y se opone abiertamente a la búsqueda del consenso.

Por lo tanto, de lograrse un acuerdo, será siempre por haber primado su idea y su voluntad. Esa postura es una tragedia institucional para nuestro país que erosiona nuestra capacidad de diálogo y de progreso.

La paz social no la otorga un Presidente y ninguna elección nos otorga la facultad de adueñarnos de las instituciones. La paz social está en la ley, en su debate, discusión y lucha, para llegar finalmente a un acuerdo y lograr consenso. De aquí, que la evolución política no es tener más elecciones o mayorías sino, que  es necesario que prime la armonía. Sin embargo, vemos que permanentemente solo se proclama el maltrato que conduce a enfrentamientos que desencadenan rencores, generando un prejuicio por sobre cualquier afinidad.

Hoy la sociedad reclama que se pongan en agenda los temas que le preocupan: la libertad, la seguridad, el derecho al progreso. Debemos intentar el dialogo y no resignarnos al fracaso de una historia que, muchas veces, parece irreversible. Porque aún en el peor de los casos, el intento vale la pena. Porque la intolerancia es un sentimiento muy poderoso, invencible, entonces es imprescindible combatirla permanentemente para lograr una Nación más justa y con ganas de avanzar.

Paolo Barbieri.
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