Viernes 20 de Diciembre de 2019

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No relajemos los principios

La historia argentina está repleta de ejemplos de gobernantes que solicitaron superpoderes. Rosas fue el primero, y su régimen totalitario tuvo siempre la venia legislativa para ostentar la suma del poder público, el resultado fue una brutal tiranía que impidió sistemáticamente la sanción de una constitución, postergando el desarrollo de nuestro país por décadas.

Derrotado Rosas y su régimen en Caseros, los argentinos tuvimos en Urquiza un líder dispuesto a sancionar una constitución federal. Pero, y acá está lo más importante, mientras se trabajaba en el texto de la carta magna Urquiza recibió superpoderes de parte de los gobernadores. Solamente un grupo de porteños, encabezados por Bartolomé Mitre, se opuso a esos superpoderes. Los porteños habían sufrido por casi 20 años los resultados de esas facultades extraordinarias, y si bien no dudaban de la buena voluntad de Urquiza y conocían que era una medida limitada en el tiempo, se opusieron. Mitre lo definió con una de sus magníficas frases “El mal no lo veo en la duración de la autoridad, sino en la relajación del principio.”

La historia está repleta de experiencias como esta, que nos advierte a gritos sobre los resultados magros que obtenendremos. La presentación en estos días de un proyecto de ley denominado oficialmente de “solidaridad social y reactivación productiva”, nos muestra nuevamente la intención de otorgar superpoderes al presidente con la consecuente anulación del Congreso. Además se repiten errores no tan lejanos al pretender tapar la realidad con lindas palabras. El proyecto no es más que un ajuste de muchísimas variables, mezclado con la declaración de emergencia de casi todas las áreas del estado.

Mi disidencia con el proyecto es en el fondo y fundamentalmente en las formas, viene a soslayar todos los principios que hemos defendido estos años como inmutables de una república. Tales como expresar la verdad sin engaños, generando debates serios sobre los temas que se deben resolver por más duros que sean. Valorizar el debate político en los ámbitos legislativos, el Congreso es la institución más importante de la República, todo el esquema institucional surge o se apoya en el ámbito legislativo, sin él seriamos cualquier cosa menos una república, suprimirlo o evitarlo no ha traído más que desidia y atraso. Por último cumplir con las reglas de juego, respetando las leyes, donde claramente otorgar superpoderes al presidente no está dentro de las posibilidades. La división de poderes fue adoptada, no para promover la eficiencia, sino para impedir la arbitrariedad.

Es lamentable que quienes desde hace unos meses vienen pregonando su objetivo de unión, autoproclamándose el gobierno de “todos”. Planteando como una de sus principales metas que pretenden terminar con la grieta. Sin embargo vemos que en el mundo de los hechos, tan distante en estos días al de la mera retórica, la situación lejos de variar se ha agudizado.

Las asunciones con cantos partidarios, olvidando que cuando uno asume a un cargo debe dejar de lado sus intereses o simpatías sectoriales para trabajar por el bien común; las juras hacia sus lideres abandonando incluso lo establecido por las normas que indican jurar por la patria, ya que el trabajo debe incluir a todos. Los discursos fragmentarios y divisores de la sociedad de la vicepresidente, con el único objetivo de generar discordia con opiniones que están lejos de ser ciertas y con engaños sobre que provincias salen perjudicadas en el reparto federal en base a su aporte, cuales son solidarias, y cuales han sido beneficiadas. Sin mencionar su gran responsabilidad en el esquema mezquino donde la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires son siempre las más perjudicadas. No hacen más que ahondar las diferencias, sembrar el caos y generar odios que no deberían existir.

Defender los principios republicanos es un deber que ningún dirigente serio puede evadir, quienes miren para otro lado por conveniencia política o bajo complicidad silenciosa serán responsables de que nuevamente se repita la triste historia de fracasos que ya todos conocemos el final.

Paolo Barbieri.
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