Martes 18 de Agosto de 2015
Por Paolo Barbieri.
Encontrar un libro sobre San Martín escrito por Sarmiento ya es un buen hallazgo, pero si además ese libro fue editado en 1950 (en el 100º aniversario de la muerte de San Martín) y tiene la etiqueta del bazar “El siglo” lo hace un objeto histórico en sí mismo.
Leer sobre San Martín genera siempre renovada admiración. Leer sobre el libertador es leer sobre batallas, campañas; sobre juramentos y también sobre renunciamientos admirables. Teniendo siempre el objetivo libertario como principio y norte a lo largo de toda su vida. También es leer sobre el hombre que se transforma en héroe y en su apogeo se retira de la vida púbica porque su objetivo estaba cumplido. Es leer, en fin, sobre valores y principios ejemplares; el Capitán por sobre todas las cosas se preocupó siempre por ser un hombre útil a la causa que pregonaba y desechó ser un hombre importante, rasgo notable que no abunda en los hombres públicos.
San Martín nació en 1778, año que las colonias de Norteamérica consolidaban su pacto de confederación e independencia. Siendo niño desembarcó con su familia en España, donde floreció como soldado y gran estratega. En España ingresó a la Logia Lautaro, la cual tenía como objetivo liberar a las colonias americanas e impartirles gobiernos republicanos.
San Martín regresó a su Patriacon una decisión inquebrantable, y estableció una organización excepcionalmente dirigida que le bastó para liberar Perú y Chile.
En su libro, Sarmiento define los rasgos inigualables de San Martín: “en una época en que las conquistas eran el sueño de gloria de los guerreros, la de San Martín fue la gloria de liberar.”
Pero la tarea no fue en absoluto sencilla, dos meses después de llegar a Buenos Aires se acantonó en el retiro y se comenzó a gestar lo que serían los Granaderos a Caballo, que fueron sin lugar a dudas la epopeya de la revolución; 19 Generales salieron de sus filas.
La revolución que planteó San Martín fue meticulosamente planeada, cerca de 4 años planeando la invasión a Chile a través de la cordillera, y otros tanto para tomar Perú, el genio militar de San Martín es desconocido e incomparable en la revolución de las colonias españolas.
Tanto empeño, tanta sangre y sacrificios terminaron en el renunciamiento del Gran Capitán después de Guayaquil, y sus soldados que siguieron combatiendo lo hicieron ya con otros al mando.
Pero un día de 1826 los porteños vieron desfilar a 126 hombres encabezados por un tal Cnel. Bogado. Eran los restos de los Granaderos a Caballo, que 13 años después deponían sus armas en el mismísimo retiro de donde las habían tomado. Solo 7 habían sobrevivido de los originales que entrenó San Martín, la Patria, como tantas otras veces, no les dio las gracias.
Los héroes como San Martín no mueren nunca,viven en la honradez, la dignidad y el valor de los que siguen combatiendo y siguen su ejemplo; pero el combate no es ya con las armas, sino con las ideas, el trabajo y el ejemplo, porque como decía Sarmiento “Con la pluma o con la espada, combato para poder escribir, que escribir es pensar, escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento.” Y realizar el pensamiento de muchos, que deseamos una Argentina que vuelva a brillar, es un combate que se da todos los días.
Paolo Barbieri
Concejal PRO
