Sábado 7 de Septiembre de 2013
Por Guillermo Blanco.
"Ante Uruguay ése fue el gol al revés", sorprende Osvaldo Escudero como cuando destrabó el partido ante Yugoslavia demostrando que para jugar bien se puede no ser alto. El Pelado Díaz picó y tiró el centro desde la izquierda a lo Diego, y Diego se elevó entrando por el otro lado para mandarla adentro de cabeza. Y es cierto que cambiaron los roles. Hoy ambos engalanan esta mesa de mediodía como sí lo hacen seis de los integrantes del mejor equipo juvenil que diera la historia del fútbol argentino, el que logró el título mundial en Japón ´79 y que ahora se está recordando 34 años después.
Este ejercicio anual cuenta con el aporte memorioso que le dan el médico del plantel, el doctor Horacio Leali, y de Roberto Saporiti, ayudante de campo de César Menotti en el Mundial ‘78. Es quien refrenda la sentencia inicial: "en un Congreso de la FIFA me junté con Havelange y otros dirigentes del fútbol mundial y el brasileño fue claro: nunca hubo ni habrá un equipo juvenil que juegue como el argentino del 79, que ganó la final 3 a 1 dando vuelta el partido ante la Unión Soviética". Fue el 7 de septiembre de 1979, con un gol de penal de Alves (no los tiraba Maradona), otro de Díaz y el último de Diego de tiro libre al palo del arquero, como se lo pedía Menotti (quien no pudo asistir como el año anterior). Era el equipo que despertaba a la gente, con partidos que se jugaban a las 4 o a las 7 de la mañana hora argentina...
Uno de los más asentados más tarde en primera, Juan Simón, opina que el mejor partido como rendimiento colectivo fue aquel 2 a 0 a Uruguay del que hablaba Escudero. Y el "Pichi" deja que la mirada se le vaya hasta el gol suyo a Yugoslavia. Y el arquero Sergio García defiende la esencia de su puesto mientras deja una frase para pensar: el arquero es como la marcha atrás de la caja de cambios. Siempre se habla de 4-2-4-, 4-3-3, pero nadie recuerda al que defiende el arco, que siempre está...
Tanto Escudero, como Simón, como Osvaldo Rinaldi remodelado tras su operación de ambas caderas, mas ese fundamentalista del buen juego que es Jorge Piaggio, más García y un Marcelo Bachino bostero por donde se lo mire, están felices por el encuentro. Han llegado adhesiones a la mesa, y la magia del celular permite comunicarse desde Barcelona, donde anda por estos días, a Guillermo Hoyos, quien fue parte del plantel grande y quedó afuera por una cuestión de edad. Y desde Arabia manda sludos Gabriel Centurión. Y Rubén Rossi desde Santa Fe. Y Abelardo Carabelli y Hugo Alves desde Olavarría. Y el "Beto" Barbas desde la santafesina San Jorge. Y Juan José Mezza desde San Miguel de Tucumán. Y el "Gringo" Daniel Sperandío desde Rosario. Y Alfredito Torres desde acá nomás, desde Luján, por un tema personal.
Diego Maradona se excusa ante García por teléfono porque tiene un compromiso con gente de Japón, y Ramón Díaz no puede decir nada porque esta vez ya no ha sido invitado, teniendo en cuenta sus compromisos mayores que seguramente lo habrán hecho responder que agradecía pero que no podría asistir. Y el arquero suplente, Rafael Seria, preferirá continuar con su anonimato vaya a saber uno por qué razón exisencial.
Surge la estadística en la memoria de Simón, y hasta recuerda el resultado del amistoso ante Douglas Haig, de Pergamino, cuando saluda a Héctor Chavero, director técnico del equipo bonaerense ante el que el Juvenil empató en tres goles el 15 de diciembre del 78, mientras se preparaba para las eliminatorias del Mundial qe un mes después se jugaría en Uruguay. "Sí, Echecopar me pegó un codazo", recuerda Juan...
El doctor Leali comenta que su debut como médico del plantel fue en Tucumán ante el Cosmos de Nueva York. "El Flaco desde el banco se admiraba por cómo le daba a la pelota Beckenbauer con tres dedos, cambiando de frente". Y Rinaldi se vuelve a asombrar por el caño del "Pichi" Escudero nada menos que a Beckenbauer. Pero no se queda ahí. "Diego hace poco dijo que su mejor gol fue ante Deportivo Pereyra en Colombia, pero también comentó sobre otro, uno a Indonesia en Japón entrando en diagonal y esquivando rivales hasta cruzar el tiro final".
"Falta un libro", reflexiona el mayor de los Rinaldi. "El año que viene tenemos que traer a los de afuera también, yo ofrezco el lugar, y con partido incluído", ofrece Escudero, quien muestra a su pequeño nieto que mira desde el celular, mientras los abrazos entre ellos parecen más fuertes aún que los que llegaban después de cada gol en Japón.