Lunes 17 de Junio de 2013
Un adiós sentido de 9 de Julio para José Froilán González. Por Guillermo Blanco.
-¿‘Quién será ese Canuto?, repetía don González en la cabecera de la mesa familiar, mientras la voz de la radio a Galena se esparcía por el ambiente. De mirar hacia un costado el papá de José Froilán podría haber encontrado un indicio. El chico no estaba allí, no podía compartir el almuerzo dominical en Arrecifes y levantar un brazo al mismo tiempo en el circuito donde tronaban las Limitada.
No era capricho el de papá. Negarse a ver a su hijo sobre un Chevrolet de carrera, era la consecuencia de la muerte de un tuerca de la familia, Julio Pérez, y desde esa perspectiva era entendible el no. Pero a este tozudo galleguito Pepe nadie se le iba a cruzar en el destino hacia un tiempo de rectas y curvas, aceleradas mayúsculas y proezas inmaculadas.
Poco tiempo después, Pepe ya viajaba hasta la también bonaerense 9 de Julio, donde Luis Bonello lo aguardaba para que se subiera al coche 32 Fuerza Limitada de su propiedad, lo probara por la Vedia hasta casi al fondo donde la avenida era frenada por la Estación de trenes del Sarmiento. Y desde allí, curva en 180 y vuelta hasta el taller de los Cavalli, guarida donde afinaban el motor para los domingos enfrascarse en una disputa a todo o nada con Alfredo Pian y otros grandes de esa categoría y de la Fuerza Libre.
Esos fueron los comienzos, el cimiento teórico y práctico de donde surgiera uno de los pilotos más importantes en la historia del automovilismo argentino y por qué no mundial, que llegó a ser subcampeón de la Fórmula 1 apenas un año después de haber arribado a Europa junto a Fangio.
Pero haber tenido este logro, sumado al consumado el 14 de julio de´51 cuando en Silverstone hiciera ganar por primera vez en la historia de la categoría ecuménica a una Ferrari y al de tres años más tarde cuando obtuvo las 24 horas de Le Mans, fue consecuencia de una "imaginaria" tipo servicio militar. Y él mismo recordaba una, en su hogar de Berutti y Bulnes.
"Creo que fue en Lincoln. Yo entonces ya andaba muy fuerte, el auto de Bonello me acompañaba y le metía. Eran caminos de tierra, acelero aún más en medio de la polvareda, llego, levanto un brazo, freno y me subo al podio. De pronto viene uno que me tira de abajo para subirse. Y el tipo tenía razón, me explicó que me había pasado sobre el final y yo no lo había advertido por el polvo. Así corríamos en la Fuerza Limitada!!!".
Con ese auto, el 32, fue tapa de El Gráfico, y en el 2001, para el festejo del 50 aniversario de la gesta ferrarista, la comunidad de 9 de Julio convocó a José Froilán González y a pilotos que hubieran compartido la sensación de subirse a un F1. Así llegaron Oscar Larrauri, Miguel Angel Guerra, Esteban Tuero y Gastón Mazzacane, además de Juanmanuelito Fangio –en representación de su tío el legendario "Chueco"- a quienes recibieron el ilustre Guillermo Maldonado y otro firme referente local, Daniel Cingolani.
En un alto la la hora de la siesta, el recorrido por el taller del multicampeón lo asombró, y don Pepe le recordó a "Yoyo" la amistad con su padre en aquellos tiempos previos a la partida hacia Europa. E que incluso en algunas de las cartas a Bonello le pedía al destinatario que transmitiera sus saludos "a Soracco y al doctor Maldonado".
Lo veíamos seguido, en su oficina porteña en Tucumán al 100, en charlas con estudiantes de periodismo, en distintos actos y hasta participó de un video alegórico cuando el Concejo Deliberante declaró a quien esto escribe Ciudadano distinguido de 9 de Julio.
"¡Cómo anda, Pepe!", solíamos preguntarle. "Bien, querido, bien, pero no me abras el capot, eh?", solía ironizar con sus 90 años tan bien asentados…
Por estas horas del último saludo de don Pepe con la bandera bajándole por última vez, éstos y otros tantos recuerdos afloran como homenaje de un pueblo parecido a su Arrecifes natal, que supo cobijarlo y que lo honrará siempre, apelando al combustible interminable del sentimiento y de la memoria.