Sábado 27 de Abril de 2019

DIARIO “LA NACIÓN” DESTACA EL PRESENTE DEL VOLANTE DE DUDIGNAC

Nacho Fernández: La debilidad de Gallardo se erige como figura

Tiene 29 años, pesa 67 kilos, mide 1,82 y parece mucho más joven. No usa barba, no posee tatuajes, no suele ponerse botines de colores llamativos, lleva brackets en su dentadura, su pelo es corto y regular, lo comparan con Keith Richards y tiene un físico esmirriado que lo hace parecer endeble.

Es nuevo en las redes sociales: recién se creó Instagram en diciembre de 2018 y su primera foto fue en el vestuario del Bernabéu con la Copa Libertadores. Sus compañeros le dicen «Sordo» porque tiene problemas de audición de los que deberá operarse en un futuro y en Twitter los hinchas bromean con que todavía va a la escuela por su aspecto juvenil. «Vuelve rápido de Chile para no perder un día más de colegio», escribe una fanática tras el 2-0 a Palestino en Santiago.

Es Ignacio Fernández , el titirero que demuestra día a día por qué Marcelo Gallardo lo considera el cerebro de su equipo. Si él juega bien, River juega bien. En la lluviosa jornada chilena, el mediocampista que lleva la número 26 en la espalda, pero que tranquilamente podría cargar la 10, sacó chapa y dejó en claro que pasó a ser el director de la orquesta ante la extensa ausencia por lesión de Juanfer Quintero.

El hueco que dejó el enganche colombiano lo suplió el joven de Dudignac, un pueblo de menos de tres mil habitantes ubicado a 300 kilómetros hacia el Oeste de la provincia de Buenos Aires. Allí es Ciudadano Ilustre y tiene una gigantografía, pero el perfil bajo es lo suyo y nunca lo publicó en ningún lado. No necesita flashes o micrófonos: ayer usó la televisión para saludar a su tía Miriam a la que le había prometido un gol. Lo suyo está en el campo de juego.

Con su precisa zurda, aporta desequilibrio y hace jugar a sus compañeros, haciéndose cargo de la gestación del juego millonario.

Anoche, ante Palestino, el técnico Gallardo dejó atrás el 4-3-1-2, lo sacó del centro y lo ubicó en la banda para ir rotando con Nicolás De La Cruz, intentando así evitar el foco central de la presión del equipo chileno en el mediocampo. Y luego de unos primeros minutos parejos y llenos de imprecisiones, ante un campo demasiado resbaloso por la lluvia y un equipo chileno ordenado tácticamente, apareció el ex Gimnasia, veloz e inteligente, para ser la carta de peligro mediante un desmarque o un pase. El preciso centro que envió para el 1-0 de Javier Pinola y su definición en soledad como si fuese un delantero, aprovechando el grosero error del arquero Ignacio González, sirvieron para que River concrete su clasificación a octavos de final y afronte con calma el inicio de la Copa de la Superliga, el próximo domingo ante Aldosivi.

Pero también fueron un premio a su insistencia y su claridad para jugar. El de antes de ayer fue el 16° tanto en 132 partidos oficiales, destacándose siempre en las copas: lleva seis en 34 en la Libertadores, siete en 16 en la Copa Argentina y solo tres en 79 por Superliga. Pero más allá de los números, el «Sordo» continúa potenciando el alto nivel que ya venía mostrando en 2018 y su presente es una gran satisfacción para el DT, que puede ubicarlo en diferentes posiciones y confía ciegamente en su calidad. Con contrato hasta junio de 2021, su cláusula de rescisión es de 15 millones de euros y en el último mercado de pases estuvo en los planes de Santos de Brasil y Los Ángeles Galaxy de la MLS, pero el cuerpo técnico lo considera determinante en sus planes, por lo que ya dejaron en claro que no soltarán fácilmente. Alguna vez Gallardo lo definió como el «cerebro» de su plantel y en febrero del año pasado, en medio de una crisis de resultados y rendimientos, lo defendió cuando se hablaba de su posible salida del equipo titular. «Confío mucho en Nacho. Considero que es muy valioso desde el aporte futbolístico para nosotros», dijo el Muñeco a comienzos de aquel mes, en el que el volante peleaba por su lugar en el equipo titular (con Leonardo Ponzio y Pity Martínez irremplazables) entre Enzo Pérez, Exequiel Palacios, Juanfer Quintero y Nicolás De La Cruz.

Pero también avisó, fiel a su estilo: «No me caso con ningún jugador». Es más, el 28 de febrero, el día en que River inició su camino en Brasil ante Flamengo (2-2) por la Copa Libertadores que luego conquistó, Fernández jugó el Superclásico de Reserva en Ezeiza: fue titular en el triunfo 2-0 sobre Boca para agarrar ritmo futbolístico, ya que venía alternando y estaba suspendido en torneos internacionales por su expulsión en la derrota 4-2 con Lanús de aquella fatídica semifinal de 2017. Aquel 2-0 con los juveniles fue una premonición de lo que vendría.

Tal como ha demostrado desde que llegó desde el Lobo platense en enero de 2016 por 2,7 millones de dólares (75% de la ficha), siempre dice presente en los partidos decisivos y quizás por eso Gallardo le ofreció la titularidad en el gran primer objetivo del año: la Supercopa Argentina ante Boca en Mendoza. Vaya si respondió Nacho, a quien Edwin Cardona le cometió el penal que Pity Martínez cambió por gol y quien, con una corrida memorable, construyó la jugada en la que Ignacio Scocco sentenció la historia. Aquella noche fue la redención, el inicio de la reivindicación para un exquisito jugador que ya llenó la retina de los hinchas millonarios con flashes que quedarán siempre grabados.

Además de su actuación en la Supercopa, también asistió a Sebastián Driussi en el 3-1 de la Bombonera en 2017 por el torneo local, convirtió un golazo en la final con Atlético Tucumán para ganar la Copa Argentina 2017 y tuvo dos apariciones vitales en la final de la Libertadores 2018: generó la falta de Pablo Pérez para el tiro libre que derivó en el 2-2 en la ida y asistió a Lucas Pratto en el 3-1 de la histórica final en el Bernabéu.

Presente en las instancias decisivas, solidario con sus compañeros y de bajo perfil, no será el apellido que más camisetas vende ni el más aplaudido cuando la voz del Monumental nombra al equipo titular, pero es el amo y señor del juego millonario. Si Nacho Fernández juega bien, River juega bien.

Juan Patricio Balbi Vignolo La Nación
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